EDITORIAL: Retrasar lo inevitable
El problema del poder es que es por naturaleza indivisible: no se comparte, tiende a lo absoluto. Por ello, un Estado que ha logrado alcanzar la hegemonía jamás la entregará voluntariamente, cueste lo que cueste. He aquí la famosa soberbia o Hybris, que inevitablemente desemboca en lo que en la India llaman Karma.
Cuando, a finales del siglo XIX, surgieron grietas en la economía del Imperio Británico, la potencia hegemónica de la época, su reacción fue aprovechar su control de los principales engranajes de la economía de la época para poner en marcha a partir de 1907 mecanismos de guerra económica contra sus adversarios (Alemania y EEUU). No sirvió de nada, como pudo verse en el intento de hundir la economía alemana ese mismo año durante la crisis de Agadir (1) y el verano de 1914 estalló una crisis financiera que hizo saltar por los aires los fundamentos del Patrón Oro, principal pilar de la hegemonía británica, pero casualmente estalló entonces la Primera Guerra Mundial, y la crisis pasó al olvido; cuando acabó la guerra, EEUU, que había sido su principal financiador, se encontró con la negativa británica a pagar sus deudas, lo que dio lugar a enormes tensiones y e incluso a la planificación de guerras por ambos países (los Rainbow Plans de EEUU para invadir el Imperio británico y los planes británicos de invadir EEUU por Canadá). La intransigencia británica, debida a su negativa a aceptar el fin de su poder económico, fue un factor clave en el caos y la agonía global vigente durante el periodo de entreguerras.
Una situación similar ocurrió con el Capital alemán, que pese a ser derrotado en la Primera Guerra Mundial se negó a ceder en sus planes de hegemonía global, algo que fue alimentado por el Tratado de Versalles, la expresión escrita del deseo del Capital francés de someter a Alemania a toda costa. El intento de someter a un país que en esa época recibió un tercio de los Premios Nobel por su tecnología no era buena idea, dando lugar a una virulenta reacción, en forma de rearme clandestino en la URSS y la puesta en marcha de autarquía en los años 30, desembocando en los preparativos de una nueva guerra, en la que Francia fue aplastada. De nuevo, la soberbia llevó al desastre.
Hoy día, el intento occidental de someter a Rusia a toda costa, ignorando la relación de fuerzas real, es una expresión perfecta de la soberbia de un capitalismo occidental liderado por EEUU cuya hegemonía económica se resquebraja. No tardaremos en ver sus temibles consecuencias.
NOTAS
(1) Harold James (CEPR, 0207.2014): Lessons from the financial preparations in the lead-up to the first world war. Nicholas A. Lambert (2012): Planning Armageddon: British Economic Warfare and the First World War.