El desconocido papel del anarquismo en la difusión de la obra de Karl Marx
Tras la publicación del cómic sobre El capital de Max y Mir en el número anterior de la revista Amor y Rabia (72a), aprovechamos ahora que se celebran el 150 aniversario de la publicación de El Capital y el 200 aniversario del nacimiento de Karl Marx para recordar el papel jugado por el movimiento anarquista en la difusión de las ideas de Marx, tema tan interesante como olvidado. La creación de partidos socialdemócratas a finales del siglo XIX y la toma del poder por los bolcheviques en Rusia y China en la primera mitad del siglo XX permitió una difusión global de la obra de Marx, que es hoy posiblemente el libro más traducido tras la Biblia. Pero los tiempos en los que se disponía de los inmensos recursos de China y Rusia no deben hacernos olvidar la precariedad en la que vivió Marx durante gran parte de su vida, expuesta en la reciente película "El joven Marx". En los primeros años de su andadura, los principales responsables de lograr que se difundiera su obra fueron quienes eran la mismo tiempo los mayores enemigos de su estrategia política: los anarquistas.
El Capital y el fin de la Primera Internacional
Nada menos que Bakunin, su mayor contrincante en el seno de la Primera Internacional, fue uno de sus primeros traductores: a él se debe la primera traducción del Manifiesto Comunista al ruso, y fue él uno de los que intentaron traducir el primer tomo de El Capital al ruso, empresa formidable en la que fracasó, como muchos de los que lo intentaron. Según explica Antonio Olivé (Octubre contra El Capital. El nombre y el verbo), "La primera persona que comenzó a traducir El Capital fue G. A. Lopatin, pero en el transcurso de un año apenas si consiguió iniciar el trabajo. En otoño de 1869 el trabajo le fue ofrecido a Mijail Bakunin, quien lo aceptó e incluso recibió dinero por adelantado en concepto de honorarios. Sin embargo, Bakunin renunció a continuar con la traducción en el verano de 1870. Lopatin hizo un nuevo intento de traducción después de entablar una relación personal con Marx y de acordar que el propio autor supervisaría la marcha de la traducción. Después de llevar traducido casi un tercio del libro, Lopatin abandonó el empeño y le propuso a Danielson continuar con la traducción, quien aceptó y llevó a cabo (...)".
Al caótico Bakunin, que no lograba siquiera acabar sus propios textos, se le atragantó la obra de Marx. A pesar de considerarla una obra maestra y una de las principales armas ideológicas del proletariado, traducir el primer tomo de El Capital no es nada fácil, como comprenderá quién lo haya leido. Bakunin lo calificó en una carta de "metafísica económica", y el propio Marx reconocía que la complejidad de su texto dificultaba su comprensión para el pueblo llano. Sin ingresos y hambriento, Bakunin aceptó intentarlo, avanzando lentamente (p. 82). La aparición de Serguei Netchayév, que amenazó al editor de El Capital para que liberase a Bakunin de su compromiso (p. 90), puso punto final a este intento -y a la Primera Internacional. Marx usó la carta amenazadora de Netchayév para lograr forzar la expulsión de su rival de la Internacional en el Congreso de La Haya (1872); lo único que logró fue destruir la primera organización revolucionaria obrera de alcance internacional (p. 82).
MOST, CAFIERO Y NIEUWENHUIS: LOS PRIMEROS INTENTOS DE POPULARIZAR EL CAPITAL
Como explica Rolf Becker, uno de los responsables de publicar el MEGA (las obras completas de Marx y Engels), las reacciones a la publicación del primer volumen de El Capital en 1867 brillaron por su ausencia, situación que sólo empezó a cambiar en 1871, tras la Comuna de París (p. 99); la segunda edición de 1872 siguió teniendo un alcance muy limitado, pero cayó en manos de Johann Most, uno de los principales propagandistas del partido, que leyó el libro mientras estaba encarcelado por haber organizado una manifestación pacifista. Most aprovechó su encarcelamiento y escribó Capital y Trabajo (p. 7-26), un resumen de El Capital; la idea gustó a Marx y participó en reescribir el texto, eliminando errores y erratas.
La censura prohibió la nueva edición de Capital y Trabajo poco después de publicarse, como parte de la Sozialistengesetz, la represión de Bismark contra "las tendencias peligrosas de la socialdemocracia", es decir, contra sus tendencias revolucionarias. Most, que había sido diputado, no tenía esperanza alguna en el parlamentarismo como instrumento de cambio, por lo que representaba el ala radical del partido que Bismark y los líderes socialdemocratas querían eliminar. No es de estrañar, por tanto, que primero le expulsaran del partido y finalmente emigrase, residiendo primero en Londres y luego en EEUU, donde permanecería hasta su muerte.
La radicalización de Most se hizo visible en londres, donde Most se relacionó con círculos anarquistas en lugar de aprovechar su estancia para estrechar sus relaciones con Marx y Engels. Most se convirtió en uno de los defensores de la Propaganda por el hecho (es decir, el uso del terrorismo), y pasó a convertirse uno de los mayores propagandistas del anarquismo en lengua alemana (p. 32). A pesar de ello, y de que Marx nunca estuvo satisfecho con Capital y Trabajo, Engels recomendó su reedición (p. 27).
El siguiente intento de escribir un resumen de El Capital, y el más logrado de todos según el propio Marx, fue el Compendio de 'El Capital' de Carlo Cafiero (p. 41-64). Cafiero era un anarquista italiano que, mientras estuvo encarcelado tras participar en una insurrección anarquista en 1877, recibió la traducción francesa de J. Roy del primer tomo de El Capital (en la que participó el propio Marx). Su lectura entusiasmó a Cafiero, como escribe el mismo en el Prefacio (p. 41) por lo que decidió aprovechar su estancia en prisión para escribir un resumen, que publicó en 1879. Poco después envió a Marx dos ejemplares, y Marx repondió agradeciendo a Cafiero su trabajo, que consideraba superior a todos los escritos hasta entonces; la hija de Marx confirmaría más tarde a James Guillaume que su padre consideraba el trabajo de Cafiero un "muy buen resumen popular de su teoría de la plusvalía" (p. 65). El Compendio de Cafiero sería un éxito, siendo reeditado hasta nuestros días (p. 67).
Marx y Cafiero se conocían bien: Cafiero había sido el agente de Marx y Engels en italia, encargado de favorecer la causa de Marx en la Internacional frente a la de los mucho más numerosos seguidores de Bakunin en Italia. Cafiero acabó harto de las intrigas del Consejo general de Londres, en manos de Marx y Engels, y pasó a convertirse en un pilar de la corriente antiautoritaria de la Primera Internacional. Pero mientras Cafiero rechazaba el maquiavelismo político de Marx, admiraba sus análisis, y defendía la combinación del análisis económico de Marx con la filosofía anarquista, convirtiéndose en uno de los padres intelectuales del anarco-comunismo, que superaba el anarco-colectivismo de Bakunin (p. 70).
Por último, en 1881 apareció Kapitaal en Arbeid, del socialista holandés Domela Nieuwenhuis, que era un caso parecido a Most: tras ser el único diputado socialista elegido en Holanda en el siglo XIX, no tardó en rechazar el parlamentarismo como vía revolucionaria. Y, como Most y Cafiero, Domela cambió de bando, dando la espalda a las ideas parlamentarias y las maquinaciones políticas de Marx, convirtiéndose en el personaje más conocido del anarquismo holandés. A diferencia de la defensa del terrorismo de Most o del insurreccionalismo de Cafiero, Domela era un pacifista convencido, y jugó un papel clave en el desarrollo del movimiento antimilitarista holandés.
PEDRO SCARON Y MAXIMILIEN RUBEL, la lucha por liberar la obra de Marx del control polÌtico
La contribución del anarquismo en la difusión de las ideas de Marx cayó en el olvido tras la creación de partidos socialistas/socialdemocratas, primero, y especialmente después de las tomas del poder por partidos bolcheviques en Rusia, China, y otros países, lo que puso enormes recursos a disposición de la divulgación de la obra de Marx. Fue entonces cuando personas del entorno anarquista pasaron a jugar un papel clave, de nuevo, en la difusión de la obra de Marx, esta vez luchando contra su falsificación.
Desde el final de la Primera Internacional, el marxismo empezó a dividirse en diversas corrientes o movimientos, que han dado lugar a una infinidad de "escuelas" de interpretación de Marx. La creación de gobiernos que se autodenominaban "marxistas-leninistas" complicó aún más la situación, al convertir la interpretación "correcta" de Marx en razón de estado. Basta recordar los intentos del PCUS, el partido comunista de la URSS, de justificar la represión acusando de reformista a todo el mundo contrario a la linea del partido: primero Trotsky, luego los altos mandos del partido y por último la jefatura de gobiernos en la zona de influencia soviética, desde Yugoslavia en la postguerra hasta Polonia en los 80 (En su etapa final, el PCUS incluso intentó usar el marxismo para justificar la vuelta al capitalismo...).
Y la escuela soviética no era la única: la ruptura de la China de Mao con la URSS dio lugar a la aparición de una nueva escuela de interpretación, de la misma manera que la revolución cubana dio lugar a otra, de manera que en lugar de difundirse la obra de Marx se difundía aquello que convenía que hubiese dicho Marx. En este contexto, los anarquistas, al ser ajenos a las discusiones casi teológicas de los representantes de las diversas "escuelas" marxistas, jugaron un papel clave en luchar contra la manipulación y falsificación de las ideas de Marx. Dos de ellos destacaron especialmente: Pedro Scaron y Maximilien Rubel.
Pedro Scaron, destacado miembro del movimiento anaquista uruguayo, que participó en la fundación de la Comunidad del sur y formó parte del consejo de redacción de Lucha Libertaria y Rojo y Negro, destacados órganos anarquistas de Uruguay, ha pasado a la historia como uno de los mejores y más importantes traductores de Marx al castellano. Su traducción de El Capital para la editorial Siglo XXI "fue el primer esfuerzo por establecer una edición crítica de El capital en cualquier idioma, incluso el alemán, ruso o francés" (p. 91-95). En lugar de repetir las defectuosas traducciones existentes, Scaron fue a las fuentes y se dedicó a analizar cada palabra. Un ejemplo de su libertad de pensamiento fue negarse a traducir mehrwert por plusvalía, que tradujo en plusvalor. En palabras de Murmis, que trabajó con el: "El trabajo con Perico Scaron fue dialógico. Oh, ¡qué memorables, casi apasionadas discusiones! Teníamos traducciones distintas, muchas libros de referencia y hacíamos largas sesiones. ¡Eso era trabajar! Aun cansados, buscar y buscar cómo entender, cómo encontrar las palabras necesarias para traducir a Carlitos. Un trabajo con sentido".
El francés Maximilien Rubel jugó en la edición de las obras de Marx durante la Guerra Fría un papel similar al de Scaron en las traducciones (p. 96-98). Autor de más de 80 libros sobre la obra de Marx, sus Ouvres de Marx publicadas en la prestigiosa biblioteca Pleyade de Gallimard fueron las únicas ajenas al control del estalinismo en plena Guerra Fría, y siguen siendo una de las más prestigiosas debido a su profunda erudicción, manifestada en miles de notas explicando en detalle el contexto de los escritos de Marx.
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