EDITORIAL: Complicidad y Karma
Lo más terrorífico de la dictadura sanitaria no ha sido la presión bestial para lograr que la gente se inyectase unas terapias genéticas experimentales. Tampoco lo han sido sus víctimas, fruto de efectos secundarios que decían no existían, como aseguró el ministro de sanidad alemán Lauterbach, el mismo que ahora reconoce que una de cada 2.500 personas que se ha vacunado ha sufrido efectos graves (definición que incluye la muerte). Ni lo son la ola de suicidios entre la juventud, o el un número no pequeño de personas se han quedado traumatizadas, quizás de por vida, y aún llevan puesto el bozal.
Lo más terrorífico ha sido el precedente que se ha creado, algo que se niegan a entender los que nos asociaban con la “extrema derecha”. El Capital y el Estado han comprobado, a nivel global, que usando el miedo y argumentos cientifistas pueden hacer lo que quieran, ya que tendrán el apoyo de un amplio sector de una población dispuesta a ayudar a aplastar a la disidencia, contando con el apoyo silencioso de las masas.
Igualmente grave es que también contarían con el apoyo de la izquierda, y muy especialmente del movimiento anarquista, que violando todos sus principios ha hecho oidos sordos a las advertencias de Stirner sobre el uso por el poder de argumentos basado en el “bien común” para aplastar las libertades individuales. Noam Chomsky, sin ir más lejos, apoyó encerrar a quienes nos negamos a inyectarnos esa basura experimental, añadiendo que es nuestro problema como nos alimentamos, declaraciones que son para echarse a temblar. Nacido en el seno de una familia judía, Chomsky sufrió un antisemitismo en su juventud que justificaba encerrar en ghetos a los judíos, les impuso números clausus en las universidades y los comparaba con transmisores de enfermedades, pidiendo separarlos del resto de la sociedad.
Es el mismo odio que, sin acabar en un holocasto, se sembró en EEUU tras la Primera guerra mundial (“Red Scare”), y la Segunda (Caza de brujas o macarthismo). Ese mismo odio ha sido sembrado durante la pandemia, como bien saben quienes tenían que ir a trabajar durante el confinamiento. Y la izquierda no solo ha callado, sino que ha apoyado unas medidas del Estado y el Capital que han beneficiado fenomenalmente a los más ricos mientras destrozaba los sistemas sanitarios públicos.
Quienes creéis que callando lograreis que se olvide lo que se ha hecho con vuestra complicidad, os equivocáis. El poder ha aprendido a gobernaros con el miedo, y no tardará en volver a la carga.
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