[Texto basado en parte de un capítulo del libro CGT ¿anarcosindicalista? (1993) de Fernando Ventura Calderón, y que pusimos en nuestra sección «LO QUE QUIEREN QUE OLVIDEMOS» de la contraportada del PRISMA, nº 2.]
En 1974, España era la décima potencial mundial a nivel industrial[1], y la balanza comercial gozaba de superávit. A partir de 1981[2], tras la caída de Adolfo Suárez y la llegada del Partido Socialista al poder, de manera paralela a la entrada en la UE se pone en marcha el desmantelamiento de la industria pesada española. Las principales víctimas de la política desmanteladora de Felipe González fueron los astilleros: Astano (La Coruña), Reinosa (Cantabria), Sagunto (Valencia), Euskalduna (Bilbao) serán víctimas de una política a escala europea que, con la excusa de los bajos precios de los astilleros coreanos, busca acabar con un sector industrial considerado innecesario: el neoliberalismo y la globalización están en ascenso. Puerto Real, una localidad situada en la bahía de Cádiz y cuya economía giraba en torno a un enorme astillero, supo a finales de 1986 que el gobierno planeaba cerrarlo. Pero, a diferencia del resto de localidades, en Puerto Real la CNT tiene fuerza suficiente como para oponer resistencia a los planes del Estado.
Mientras los sindicatos «representativos» insisten en criticar la política del gobierno, la CNT explica a la gente que la crisis es un problema del capitalismo y que son sus ejecutivos los que tienen que buscar las soluciones que para eso cobran: la obligación del pueblo es defender sus puestos de trabajo y luchar por una sociedad justa, sin caer en trampas de hacer planes alternativos. La CNT dinamiza las asambleas, las radicaliza para que se exprese claramente cual es su sentir, habla con la gente... El 8 de enero de 1987 se celebra una asamblea en el astillero, y a propuesta de CNT se corta la carretera de acceso a Cádiz; en esta jornada se enfrentan a la policía: se forman barricadas, la policía carga y se producen algunos heridos. Será el primero de una serie de días en los que el pueblo de Puerto Real luchará contra las fuerzas de represión, los medios de comunicación, las manipulaciones políticas de partidos políticos y sindicatos... barricadas cada martes, cortes de tráfico, manifestaciones, concentraciones, asambleas, protestas estudiantiles... El 10 de febrero arde una arqueta de telefónica dejando 14.000 teléfonos fuera de servicio. El gobernador civil, Mariano Baquedo, afirma que «los disturbios son ocasionados por una minoría de trabajadores. Todos los demás no comparten los métodos violentos empleados por esta minoría» y amenaza con ocupar los astilleros (lo que se intentará días después). La CNT le responde que «los cortes de tráfico se decidían por mayoría en las asambleas, por lo que no es cierto que esas manifestaciones sean protagonizadas por una minoría de violentos. No somos violentos. Violentos son ellos que nos roban la dignidad quitándonos el trabajo. Estamos hartos de mil y una promesas incumplidas y no nos dejan otro camino que luchar permanentemente por nuestros puestos de trabajo. Que contraten barcos, verán como no estaremos en la carretera ni en la calle, sino trabajando».
Las fuerzas policiales intentan asaltar la factoría a comienzos de marzo, acorralando a los trabajadores que se refugian en un barco en construcción quedando sitiados hasta que la llegada masiva de personas a la factoría (unos 3000) desborda totalmente a la policía que inicia su repliegue seguida de gritos de ¡A la calle! Y ¡Fuera de mi casa! Las mujeres se autoorganizarán como asamblea mientras que los sindicatos «representativos» incapaces de contener a la gente[3], y son agredidos[4]. El gobernador civil en un ataque de nervios declara a la prensa que «son una banda de terroristas. A veces estoy deseando el estado de excepción... en cualquier caso yo sólo soy gobernador civil y mi misión no es contratar barcos» La CNT le responde: «Se está llevando a los trabajadores a un clima de desesperación... pero claro, esto al señor gobernador debe importarle bien poco. No es de su competencia. Demasiado ocupado anda el hombre apareciendo en inauguraciones, entregas de placas y otras fiestas a las que es tan aficionado». Al día siguiente será cesado en su cargo por su evidente incompetencia, pero la policía continuará su política de acciones de terror organizado, a las que se une la empresa declarando ilegalmente el cierre patronal. El 9 de abril, son ya 8.000 personas las que cortan la carretera, y hasta los niños juegan a policías y manifestantes.
El 27 de mayo 27.000 personas se manifiestan por las calles, y el Estado y Comité de Empresa inician negociaciones para parar las protestas[5]. El protagonismo pasa entonces a las mujeres, que continúan con su política de enfrentamientos y cortes de carretera, siendo apaleadas, atacadas con gases, pelotas de goma, chorros de agua a presión, porras..., repitiendo a pesar de ello sus acciones sin echarse atrás, mostrando bastante más coherencia que los hombres; el 7 de julio un niño de 12 años es herido y apaleado cuando defendía a su madre. El 9 de junio, la CNT reinicia las protestas en solitario, y el gobierno finalmente se rinde: «milagrosamente» el astillero tendrá trabajo, gracias a contratos con Francia para la construcción de barcos. La fuerza de las asambleas populares, el rechazo al politiqueo y el «problema de orden público» fueron la base de la victoria: sin ello, el astillero de Puerto Real habría sido desaparecido víctima de la reconversión.
NOTAS: