EDITORIAL: El Imperio tiene prisa
La visita de Nancy Pelosi a Taiwan es un claro indicio de que Washington quiere pisar el acelerador en su poítica de dividir al mundo en dos bloques: en uno quiere encerrar a Rusia, principal fuente de materias primas y energía, junto con China, centro de la producción mundial; en el otro, Washington pretende alistar al resto del mundo, y ha logrado el apoyo sin fisuras de la UE, motivado por la incapacidad de París o Berlín de detener el ascenso del coloso chino, que amenaza con convertirse en la superpotencia hegemónica a mediados de siglo. Aunque se repite el argumento del supuesto suicidio de Europa, lo cierto es que las élites europeas tienen muy claro que son incapaces por sí solas de hacer frente a China. Buena muestra de su disposición a apoyar a EEUU ha sido que la balanza comercial alemana es ahora mismo negativa por primera vez en décadas, pero la industria alemana no protesta exigiendo un cambio de rumbo, o que Berlín está saboteando su suministro energético jugando al gato y el ratón con las turbinas del gasoducto Nord Stream I de Gazprom.
El problema a que se enfrenta EEUU es el fin del superciclo económico neoliberal, iniciado a comienzo de los años 70, basado en la deslocalización del capital y la producción (la globalización, en suma). Dicho superciclo, a su vez, había sustituido al superciclo iniciado a mediados de los años 40 (a finales de la Segunda Guerra Mundial), basado en la producción industrial y el Estado del bienestar. Tanto en los años 40, como en los 70 y en la actualidad, cuando la estructura económica deja de ser capaz de generar beneficio, tiene lugar una crisis sistémica y la búsqueda de modelos alternativos. Y es ahí donde nos encontramos desde mediados de 2019, cuando empezó a cuestionarse el valor de los Bonos del tesoro de EEUU, principal pilar de la hegemonía de la hiperpotencia estadounidense. Desde entonces, el Imperio ha puesto en marcha el uso de medidas de emergencia como tapadera para ir cambiando el motor económico sobre la marcha, mientras se usan diferentes espantajos para distraer la atención de la clase trabajadora que, como siempre, tendrá que pagar por todo. ¿Hasta cuando?.
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