sábado, 27 de agosto de 2022

Desde el Confinamiento, N°. 62: Contra la vida

EDITORIAL: El miedo como instrumento

De un tiempo a esta parte se acumulan los avisos de que “viene el lobo” por parte de los gobiernos de occidente: desde la “killer variante” del Coronavirus, de la que nunca más se supo, pasaron a una supuesta crisis de alimentos que no se ha materializado, y ahora se dedican a sembrar el pánico con un “invierno durísimo” (ministra de Defensa española, Margarita Robles), o incluso no uno, sino diez inviernos duros, según el jefe de gobierno belga. La guinda la ha puesto el presidente francés, que dice que “estamos viviendo el fin de la abundancia”. ¿La abundancia de quién?, hay que preguntarse, ya que el salario medio actual español es menor que el de hace 20 años.

Estamos viviendo el uso consciente del miedo por parte de los gobiernos occidentales, que, a sabiendas de que el modelo de “crecimiento” neoliberal ha llegado a su fin, han decidido llevar a cabo una reestructuración o voladura controlada para matar varios pájaros de un tiro: 

Eliminar las deudas de occidente y la competencia china: para lograrlo hay que acabar con la globalización a costa del empobrecimiento generalizado de la población, eliminando de paso a la mal llamada clase media, el sector mejor pagado de la clase trabajadora. De esto se tratan sus apelaciones al empobrecimiento voluntario de la población, mientras las élites son cada vez más ricas.

Defender la hegemonía tecnológica occidental, para lo cual se cambian las reglas del juego e imponen artificialmente nuevas tecnologías, prohibiendo las establecidas, y para evitar resistencias esto se justifica apelando al ecologismo apocalíptico (todas las grandes campañas impulsadas por los voceros mediáticos del sistema, desde el DDT y la capa de ozono a el Green New Deal, consistían en la prohibición del uso de tecnologías que carecen de patentes).

Eliminar la disidencia de manera preventiva, (des)integrando a la extrema izquierda/izquierda real en el sistema mediante las ideologías del ecologismo apocalíptico y el decrecimiento, que piden al pueblo que se sacrifique para “salvar el planeta”, imitando las apelaciones del cristianismo a vivir una vida de sacrificio para “salvar el alma”. Al asumir ideas irracionales que además se impide cuestionar, la izquierda se ha convertido de facto en la extrema derecha que pretende combatir, como hemos podido observar durante la dictadura sanitaria de los dos últimos años.

En resumen, las élites saben que el sistema necesita un recambio debido al fin del ciclo de acumulación neoliberal, y están preparando al pueblo para que asuma sacrificarse para que todo el tinglado pueda seguir funcionando. ¿Lograrán sus objetivos, o pasará algo imprevisto que haga fracasar sus planes?


viernes, 12 de agosto de 2022

Desde el Confinamiento, N°. 60: ¿Crisis económica o voladura controlada?

EDITORIAL: Fabricando crisis

Una regla básica de la gestión de emergencias es asegurarse de que no cunda el pánico, ya que, de lo contrario, al trabajo de combatir la causa del problema se añadirá el tranquilizar a la población. Sin embargo, desde que empezó el siglo XXI, el capitalismo occidental decidió utilizar el miedo como su principal herramienta de gestión social, y la siembra del pánico se convirtió en el pan nuestro de cada día. Desde entonces, los medios de comunicación del capital, responsables de adoctrinar al pueblo, se han dedicado a usar emergencias, una detrás de otra, para justificar una gestión que ya no se basa en un supuesto progreso progresado, sino en una gestión permanente de crisis constantes.

Las redes yihadistas que EEUU durante la Guerra Fría con la excusa de hacer frente al comunismo se convirtieron en la excusa perfecta para poner en marcha la Guerra contra el Terrorismo, que sirvió para que se disparasen los beneficios del Complejo Militar-Industrial de EEUU, a costa de millones de civiles muertos. Una década después, EEUU se alió con la Hermandad Musulmana, la madre de todas las redes yihadistas, para intentar hacerse con el control del norte de África, destruir Libia y arrasar Siria por el camino, lo que dio lugar a una crisis de refugiados convenientemente utilizada para justificar una intervención militar contra Siria, que tan sólo la intervención rusa pudo impedir.

La brusca parada en Siria dio paso a una campaña de propaganda brutal a favor del ecologismo apocalíptico, usando a una niña para crear un clima emocional que impidiera el debate y permitiera poner en marcha medidas exigidas por los amos financieros del mundo, BlackRock y Vanguard. Como no acabó de cuajar, pasamos a una gestión irracional e hipocondríaca para impedir la expansión de un Coronavirus, algo que jamas se había logrado, usando restricciones medievales y medicamentos milagrosos diseñados en 1 (Pfizer) o 2 días (Moderna), según reconocieron sus propios fabricantes. Dos años mas tarde, el presidente de EEUU se ha contagiado de Covid, a pesar de ser el hombre más poderoso del mundo y formar parte del principal grupo de riesgo, confirmando que es imposible poner puertas al campo. Acabado el pánico al enemigo invisible (Trump dixit), ha sido sustituido por la guerra en Ucrania, que permite la puesta en marcha de una nueva división del mundo en bloques enfrentados.

Banqueros y ministros de todo occidente aseguran que la guerra económica contra Rusia tendrá consecuencias catastróficas en los próximos meses. Esta siembra de pánico por quienes deberían de hacer lo contrario, y lo escalonado de las sucesivas crisis, pone en evidencia que este circo es una gigantesca maniobra de distracción para crear una crisis ficticia para justificar reestructurar el sistema.

domingo, 7 de agosto de 2022

Desde el Confinamiento, N°. 59: Ucrania y sus consecuencias

EDITORIAL: El Imperio tiene prisa

La visita de Nancy Pelosi a Taiwan es un claro indicio de que Washington quiere pisar el acelerador en su poítica de dividir al mundo en dos bloques: en uno quiere encerrar a Rusia, principal fuente de materias primas y energía, junto con China, centro de la producción mundial; en el otro, Washington pretende alistar al resto del mundo, y ha logrado el apoyo sin fisuras de la UE, motivado por la incapacidad de París o Berlín de detener el ascenso del coloso chino, que amenaza con convertirse en la superpotencia hegemónica a mediados de siglo. Aunque se repite el argumento del supuesto suicidio de Europa, lo cierto es que las élites europeas tienen muy claro que son incapaces por sí solas de hacer frente a China. Buena muestra de su disposición a apoyar a EEUU ha sido que la balanza comercial alemana es ahora mismo negativa por primera vez en décadas, pero la industria alemana no protesta exigiendo un cambio de rumbo, o que Berlín está saboteando su suministro energético jugando al gato y el ratón con las turbinas del gasoducto Nord Stream I de Gazprom.

El problema a que se enfrenta EEUU es el fin del superciclo económico neoliberal, iniciado a comienzo de los años 70, basado en la deslocalización del capital y la producción (la globalización, en suma). Dicho superciclo, a su vez, había sustituido al superciclo iniciado a mediados de los años 40 (a finales de la Segunda Guerra Mundial), basado en la producción industrial y el Estado del bienestar. Tanto en los años 40, como en los 70 y en la actualidad, cuando la estructura económica deja de ser capaz de generar beneficio, tiene lugar una crisis sistémica y la búsqueda de modelos alternativos. Y es ahí donde nos encontramos desde mediados de 2019, cuando empezó a cuestionarse el valor de los Bonos del tesoro de EEUU, principal pilar de la hegemonía de la hiperpotencia estadounidense. Desde entonces, el Imperio ha puesto en marcha el uso de medidas de emergencia como tapadera para ir cambiando el motor económico sobre la marcha, mientras se usan diferentes espantajos para distraer la atención de la clase trabajadora que, como siempre, tendrá que pagar por todo. ¿Hasta cuando?.