jueves, 14 de mayo de 2020

DIGITALIZACIÓN: Revista Amor y Rabia, Nr. 57: "En tiempo de elecciones"

Editorial

Una nueva llamada a las urnas, una nueva mentira. Los reyes vienen de Oriente, los niños de París y este es el mejor de los sistemas posibles. Hace tiempo que perdimos la fe y somos conscientes que los sermones de los profetas del mundo libre son falsas promesas que no cambiarán la situación de miseria económica, ética y social que sufrimos.

Éstas son épocas en las que los supuestos representantes de la voluntad popular se despojan de su gris apariencia de burócratas teledirigidos, de su talante superdemocrático y ultratolerante y de su lenguaje ambiguo de hombres de Estado e intentan parecerse más a los hombres y mujeres a los que diariamente parasitan. Necesitan de nuestro acto irresponsable de otorgarles la capacidad de decisión en todos los órdenes de nuestras vidas. Pero esto no deja de ser puro teatro. Las decisiones están tomadas de antemano por las caras ocultas del dinero, verdaderos gobernantes. Ellos controlan las grandes empresas de comunicación y de igual manera que imponen modas, estilos de vida, o nuevas «necesidades» a la inmensa mayoría de la población, inclinan sus deseos «políticos» por uno u otro partido según las necesidades del momento y lo «revuelta» que esté la gente. El ideal «democrático»: la alternancia de partidos para que en el fondo nada cambie. La perpetuación de las diferencias sociales asegura el estatus privilegiado de quienes están en la cumbre y éstos, representando lógicamente su papel, se aseguran de afianzar posiciones, de mantenerse erguidos sobre las cabezas de millones de seres humanos.


El hecho es que todo está vendido; que la idea de participación igualitaria en este tipo de comicios no es otra cosa que una cruel burla al estado de las cosas. No hay democracia cuando una persona controla cerca del 75 % de la información (o mejor dicho, de la formación) que recibe la población mundial (véase el apellido Murdoch). No hay democracia cuando 5 millones de personas viven en chabolas en este país. No hay democracia cuando más de 1.000 personas están condenadas a morir cada año en accidentes laborales para sostener un volumen de beneficios de la clase empresarial (El País, 27-XII-99). No hay democracia cuando las escuelas son fábricas de extirpar conciencias e imponer valores antisociales y retrógrados (competitividad, jerarquización, sumisión, ...). En definitiva, el control sobre la vida y el pensamiento colectivo es tan grande que no se puede hablar de libertad de elección, excepto en una estrecha franja del cuerpo social, ni mucho menos representativa de la calidad de vida.


No, el próximo día 12 de marzo no votaremos. No asumiremos el gran guiñol del parlamentarismo como algo propio ni aceptaremos el papel de meros espectadores que nos ha sido asignado.


El juego electoral destruye la participación, elimina la responsabilidad personal, y fomenta las ansias de poder en individuos estúpidos que acabarán tarde o temprano vendiendo su alma y la de todos/as nosotros/as al mismísimo diablo: el dinero. Es hora de organizar la actuación, no la delegación, demostrando a sus legiones de crédulos esclavos que pueden liberarse de su yugo. Pongámonos en marcha. Queda mucho por hacer.





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