Editorial
No podíamos dejar pasar fechas tan señaladas sin dedicar estas páginas a un tema que por desgracia sigue de actualidad a pesar de su decrepitud. Sí, nos referimos a la religión, y en concreto al programa de la Iglesia Católica que sigue haciéndose notar en nuestras vidas, ya sea en comportamientos generalizados de la población o en las noticias que tenemos de sus nuevas «cruzadas» evangelizadoras en las que se continúa vertiendo sangre inocente como en la peor época inquisitorial.
Y es que los crímenes de Roma son muchos y muy difíciles de enumerar gracias a la cortina de humo que los historiadores, periodistas e investigadores afines a su doctrina han arrojado sobre las actuaciones pasadas y presentes del Vaticano.
Desde sus orígenes y su reconocimiento como Iglesia, el cristianismo combatió otras creencias con saña y violencia. Animistas, judíos, musulmanes, herejes, ateos, científicos, mujeres acusadas de brujería, y otros «pecadores» fueron pasto de las llamas y otros horribles tormentos en cifras escalofriantes hasta bien entrado el siglo XIX. Saquearon y esquilmaron a sangre y fuego el territorio americano consiguiendo «salvar» miles de almas de sus creencias «demoníacas» ya fuese por medio de la fe o por la espada.
Contribuyeron como nadie apoyados siempre en el poder político imperante en cada época, al analfabetismo y la ignorancia de l@s trabajador@s del campo y de la ciudad. Hasta tal punto temían la cultura en el pueblo que hubo casos como el del episcopado de Würzburg que durante el siglo XVI, bajo el pontificado de Julio III la lectura de la propia Biblia estuvo castigada con la decapitación.
Y entrando ya en el siglo XX, por su propia naturaleza de dominio, luchó por expandirse hacia el este para conseguir fieles combatiendo contra los ortodoxos caucásicos y transcaucásicos. Este objetivo le hizo tener compañeros de viaje tan honrosos como Hitler, Mussolinni, Pavelic y otros ilustres asesinos. Concretamente en España su labor comienza en este siglo con la inducción al asesinato, desde los púlpitos, del pedagogo anarquista Francisco Ferrer y Guardia entre otros muchos acusados de participar en la Semana Trágica de Barcelona. Y continúa con su esfuerzo y dedicación por acabar con la parte del movimiento obrero que pretendía transformar radicalmente el modelo social imperante. Para ello todas las artes son válidas. Desde la creación de sindicatos católicos que corrompan la iniciativa libertadora de l@s trabajador@s, hasta la participación cuando estalla el conflicto co el fusil en la mano del lado de los alzados militares pseudofascistas.
Entretanto algunas de las más conocidas órdenes religiosas como las Hermanitas de los Pobres, las Hijas de la Caridad o los Hermanos de San Juan de Dios desde su fundación, a caballo entre el XIX y el XX, obtenían enormes beneficios económicos acogiendo enfermos mentales, bajo la mentira de la caridad, para obligarlos a trabajar como esclavos manteniéndoles encerrados en condiciones inhumanas de higiene, alimentación y cuidados.
¿Y ahora? La imagen de la Iglesia actualmente no es tan inocente como pueda parecer. Han aprendido lógicamente que su actuación debe adecuarse al momento histórico en que viven. De la misma forma en que ni siquiera las estructuras militares confiesan sus verdaderas intenciones ni las actuaciones que están llevando a cabo, la Iglesia responde a este modelo generalizado en los grandes centros de Poder. Inadvertido para la mayoría ha pasado su protagonismo compartido en la reciente destrucción de Yugoslavia (como nuevo intento de captar adeptos entre las filas desorganizadas de los ortodoxos tras su aniquilación), y un sabor agridulce nos dejaba el conocimiento de la retención en Italia de 2 camiones de «ayuda humanitaria» de la organización católica Cáritas para Kosovo en los que se incautó todo un arsenal de armas dirigido al ELK (enhorabuena por el Premio Príncipe de Asturias; ya es hora de que se reconozca su labor).
Para cualquier persona que utilice la lógica en la construcción de su pensamiento es evidente la contradicción que provoca la creencia en algo irracional como la religión. A partir de aquí también vemos como se reproducen prejuicios, miedos y tabúes en torno a determinados temas como la muerte o la sexualidad, fundamentales en nuestras vidas. Pero al margen de su doctrina como teoría es imprescindible conocer la praxis, la actuación que las diferentes Iglesias, en especial la Iglesia Católica, ha tenido y tiene para desenmascarar de una vez su responsabilidad en cuantos crímenes se han cometido y se siguen cometiendo.
Para ello nadie hasta el momento como Karlheinz Deschner. Estos tres ensayos pertenecientes a una de sus obras (Opus Diaboli) pretendemos que sean una primera toma de contacto, con el objetivo de despertar en el lector un interés por su voluminoso y documentado trabajo. Las fuentes de las que ha sido extraída la información que utiliza Deschner en estos ensayos se encuentra reseñada en todas sus obras de investigación, detalladas al final de este número.
NI DIOS NI AMO
No hay comentarios:
Publicar un comentario