lunes, 7 de septiembre de 2020

DIGITALIZACIÓN: Revista Amor y Rabia, Nr. 37: "Contra la salud"

Contenido del número, publicado el 22 de marzo de 1997:

  • EDITORIAL: De colegio a cárcel
  • "Contra el diagnóstico", por Isabel escudero, Rossend Arqués y Agustín García Calvo
  • "Enfermedad, Política, Progreso", por Agustín García Calvo
  • "La teología de la medicina", por Thomas Szasz
  • "Médicos, Medicina y medicinas: del sacerdocio al márqueting", por Josep Canals y Oriol Romaní
  • "Matricidio y Estado Terapéutico", por Casilda Rodrigañez y Ana Cachaceiro
  • "Por una sanidad más humana y ecológica", por Eneko Landaburu



EDITORIAL

Desde la Revolución Francesa, uno de los principales caballos de batalla de los que se denominaban a si mismos “progresistas” era garantizar el acceso a la educación a toda la población, sin distinción de clase social. Durante las últimas décadas, en el seno del mal llamado “Estado del Bienestar”, la educación se hizo obligatoria, siendo uno de los mecanismos a través de los cuales la clase trabajadora podía hacerse la ilusión de poder ascender en la escala social. ¿Quién no ha oído la archirepetida frase “estudia, así podrás llegar a donde yo no pude”?     

La pasada década, la educación se convirtió en el mejor medio para tener ocupada a una juventud cuyas perspectivas desaparecían a pasos agigantados, con la excusa de entrar en el mercado laboral con mejores perspectivas. En la actualidad, que ya se ve cada vez más claro la falsedad de esta idea, la educación está cambiando su función social.      

Dadas las nulas perspectivas laborales, la educación obligatoria se ha convertido en el medio de tener a buen recaudo a la juventud. Como todas las demás medidas del llamado neoliberalismo, su línea educativa consiste en volver a una educación clasista, esto es: solo van a tener garantizada una buena educación aquellos que puedan pagársela, que son los mismos que podrán garantizar a sus hijos una salida laboral adecuada. Por ello, en los últimos años se han creado multas para los padres que no lleven a sus hijos al colegio, al mismo tiempo que, actualmente, se está introduciendo en los institutos de manera cada vez más abierta a la policía, así como creando figuras como la del “profesor por la tolerancia”, que no es más que un chivato que dirá todo lo que pasa en el centro a la policía.     

En otros países europeos, como Francia, se ha introducido ya para controlar los institutos al ejército (p. e. Francia), debido a que, dado lo avanzado del proceso de deterioro social, los profesores son incapaces de controlara. Los alumnos. En España dicha situación la tenemos casi encima, debido no solo a la inmensa degradación de la enseñanza pública -debido a que se utilizan sus presupuestos para financiara. La enseñanza privada- sino a que, dada la falta de perspectivas laborales, los alumnos no ven el sentido a romperse las cejas como hicieran las generaciones anteriores. De un 30% de fracaso escolar durante la década de los ochenta, se ha pasado así al actual 65%, cifra que sin duda crecerá.    

¿Soluciones? Lamentablemente, ninguna inmediata. En una sociedad post-industrial, cuya economía se basa en el sector servicios, la necesidad de mano de obra especializada es nula, al menos para la inmensa mayoría de los puestos de trabajo (los otros son para quien tiene suficiente cantidad de dinero y de contactos, esto es, de la clase media-alta). Es hora ya, por tanto, de olvidar los sueños de nuestros padres y empezar a afrontar nuestra catastrófica situación de la única manera posible: organizándonos. 


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