sábado, 21 de enero de 2017

EL FIN DEL LIBERALISMO IDENTITARIO

Mark Lilla – 18 Nov. 2016

 

Es una obviedad que EEUU se ha convertido en un país más diverso. Es también una cosa hermosa de ver. Los visitantes de otros países, especialmente aquellos que tienen problemas para incorporar diferentes grupos étnicos y religiones, se asombran de que consigamos hacerlo. No perfectamente, por supuesto, pero actualmente ciertamente mejor que cualquier nación europea o asiática. Es una historia de éxito extraordinaria.


Pero ¿cómo debe moldear esta diversidad nuestra política? La respuesta liberal estándar durante casi una generación ha sido que debemos tomar conciencia y "celebrar" nuestras diferencias. Lo cual es un espléndido principio de pedagogía moral, pero desastroso como fundamento de la política democrática en nuestra ideologizada era. En los últimos años, el liberalismo estadounidense ha caído en una especie de pánico moral acerca de la identidad racial, de género y sexual que ha distorsionado el mensaje del liberalismo y le ha impedido convertirse en una fuerza unificadora capaz de gobernar.

Una de las muchas lecciones de la reciente campaña presidencial y su repugnante resultado es que se debe poner fin a la era del liberalismo identitario. Hillary Clinton estaba en su mejor y más estimulante momento cuando habló sobre los intereses estadounidenses en los asuntos mundiales y cómo se relacionan con nuestra comprensión de la democracia. Pero cuando se trataba de la vida en casa, tendía a lo largo de la campaña a perder esa gran visión y se deslizaba en la retórica de la diversidad, apelando explícitamente a los votantes afroamericanos, latinos, L.G.B.T. Y las mujeres en cada acto. Este fue un error estratégico. Si va a mencionar grupos en América, es mejor mencionarlos a todos. Si no lo hace, aquellos que no sean nombrados lo notarán y se sentirán excluidos. Y eso fue exactamente lo que sucedió, como muestran los datos, con la clase obrera blanca y los que tienen fuertes convicciones religiosas. Dos tercios de los votantes blancos sin títulos universitarios votaron por Donald Trump, al igual que más del 80 por ciento de los evangélicos blancos.

La energía moral en torno a la identidad tiene, por supuesto, muchos efectos buenos. La 'discriminación positiva’  ha reformado y mejorado la vida empresarial. Black Lives Matter ha apelado a cada estadounidense con conciencia. Los esfuerzos de Hollywood para normalizar la homosexualidad en nuestra cultura popular ayudaron a normalizarla en las familias americanas y en la vida pública.

Pero la fijación por la diversidad en nuestras escuelas y en la prensa ha producido una generación de liberales y progresistas narcisisticamente inconscientes de las condiciones de vida de aquellos ajenas a los grupos que se califican como propios, e indiferentes a la tarea de llegar a los estadounidenses en todos los ámbitos de la vida. A una edad muy temprana nuestros niños se animan a hablar de sus identidades individuales, incluso antes de tenerlas. Cuando llegan a la universidad, muchos asumen que el discurso de la diversidad agota el discurso político y tienen escasamente poco que decir sobre cuestiones tan constantes como la clase, la guerra, la economía y el bien común. En gran parte esto se debe a los temarios de historia de la escuela secundaria, que de una forma anacrónica proyectan al pasado la política identitaria, creando una imagen distorsionada de las principales fuerzas e individuos que modelaron nuestro país. (Los logros de los movimientos por los derechos de las mujeres, por ejemplo, eran reales e importantes, pero no pueden comprenderlos si no comprenden primero el logro de los padres fundadores en el establecimiento de un sistema de gobierno basado en la garantía de derechos).

Cuando los jóvenes llegan a la universidad, se les anima a mantener este enfoque en sí mismos por parte de grupos estudiantiles de la facultad y también por administradores cuyo trabajo a tiempo completo es encargarse de "cuestiones de diversidad" –aumentando su importancia. Los medios de comunicación han convertido en un deporte de primero orden burlarse de la "locura del campus" que rodea estos temas, y muy a menudo tienen razón. Esto sólo favorece a los demagogos populistas que quieren deslegitimar la enseñanza para quienes nunca han pisado un campus. ¿Cómo explicar al votante promedio la supuesta urgencia moral de dar a los estudiantes universitarios el derecho de elegir los pronombres de género designados para ser utilizados al dirigirse a ellos? ¿Cómo no reír junto con esos votantes porque un bromista de la Universidad de Michigan escribió que quería que le tratasen como "Su Majestad"?

Esta concienciación de la diversidad en los campus se ha filtrado con el paso de los años en los medios de comunicación liberales, y no de manera sutil. La 'acción afirmativa’ para las mujeres y las minorías en los periódicos y los canales de televisión y radio de EEUU ha sido un extraordinario logro social, e incluso ha cambiado, literalmente, la apariencia de los medios de comunicación de derecha, ya que periodistas como Megyn Kelly y Laura Ingraham han ganado prominencia. Pero también parece haber alentado la hipótesis, especialmente entre los periodistas y editores más jóvenes, de que al centrarse tan solo en la identidad han hecho su trabajo.

Recientemente realicé un pequeño experimento durante un año sabático en Francia: Durante un año entero sólo leí publicaciones europeas, no americanas. Mi pensamiento era tratar de ver el mundo como lo hacían los lectores europeos. Pero fue mucho más instructivo regresar a casa y darme cuenta de cómo ver las cosas a través de las gafas de la identidad ha transformado la información estadounidense en los últimos años. Cuán a menudo, por ejemplo, la historia más simplista del periodismo americano -sobre el "primer X que hizo Y"- se contó y volvió a contar. La fascinación por el drama de la identidad ha afectado incluso a la información extranjera, que se reduce de manera angustiosa al mínimo. Por muy interesante que sea leer, digamos, sobre el destino de las personas transgénero en Egipto, no contribuye nada a educar a los estadounidenses sobre las poderosas corrientes políticas y religiosas que determinarán el futuro de Egipto e indirectamente el nuestro. Ningún centro de noticias importante en Europa pensaría en adoptar tal enfoque.

Pero es en el plano de la política electoral que el liberalismo de la identidad ha fracasado de manera más espectacular, como acabamos de ver. La política nacional en períodos sanos no se refiere a la "diferencia", sino a lo común. Y estará dominado por quien capta mejor la imaginación de los estadounidenses acerca de nuestro destino compartido. Ronald Reagan lo hizo muy hábilmente, cualquiera que sea su pensamiento. Así lo hizo Bill Clinton, que aplicó una página del libro de instrucciones  de Reagan. Se apoderó del Partido Demócrata por encima de su ala identitaria, concentró sus energías en programas nacionales que beneficiarían a todos (como el seguro médico nacional) y definió el papel de Estados Unidos en el mundo posterior a 1989. Al permanecer en el cargo por dos mandatos, fue capaz de lograr mucho por los diferentes grupos de la coalición demócrata. La política de identidad, por el contrario, es en gran medida expresiva, no persuasiva. Es por eso que nunca gana elecciones, pero puede perderlas.
El recién descubierto, casi antropológico interés de los medios por el 'varón blanco enfadado’ revela tanto sobre el estado de nuestro liberalismo como sobre esta figura tan calumniada y antes ignorada. Una interpretación liberal conveniente de la reciente elección presidencial sería que el Sr. Trump ganó en gran parte porque logró transformar la desventaja económica en rabia racial -la tesis del "whitelash" (la reacción de los racistas blancos ante los avances del movimiento de derechos civiles, AyR). Esto es conveniente porque confirma la convicción de la superioridad moral propia y permite a los liberales ignorar lo que dichos votantes dijeron que eran sus mayores preocupaciones. También alienta la fantasía de que la derecha republicana está condenada a la extinción demográfica a largo plazo, lo que significa que los liberales sólo tienen que esperar a que el país caiga en sus manos. El porcentaje sorprendentemente alto del voto latino que recibió el Sr. Trump debe recordarnos que uanto mayores son los grupos étnicos más amplios que hay en este país, más políticamente diversos se vuelven.
Finalmente, la tesis del 'whitelash’ es conveniente porque absuelve a los liberales de no reconocer cómo su propia obsesión con la diversidad ha alentado a los americanos blancos, rurales y religiosos a pensar en sí mismos como un grupo desfavorecido cuya identidad está siendo amenazada o ignorada. Tales personas no están reaccionando contra la realidad de nuestra diversa América (tienden, después de todo, a vivir en áreas homogéneas del país). Pero están reaccionando contra la retórica omnipresente de la identidad, que es lo que quieren decir con "corrección política". Los liberales deben tener en cuenta que el primer movimiento de identidad en la política estadounidense fue el Ku Klux Klan, que aún existe. Quienes juegan al juego de la identidad deben estar preparados para perder.
Necesitamos un liberalismo post-identidad, y debemos sacarlo de los éxitos pasados ​​del liberalismo anterior a la etapa identitaria. Tal liberalismo se concentraría en ampliar su base apelando a los estadounidenses como estadounidenses y enfatizando los asuntos que afectan a una gran mayoría de ellos. Hablaría a la nación como una nación de ciudadanos que están en esto juntos y deben ayudarse unos a otros. En cuanto a los temas más específicos que están altamente cargados de simbolismo y pueden alejar a potenciales aliados, especialmente aquellos que tocan la sexualidad y la religión, tal liberalismo funcionaría en silencio, de manera sensible y con un sentido apropiado de la escala. (Parafraseando a Bernie Sanders, Estados Unidos está cansado de oír hablar de los malditos servicios de los liberales –en referencia a los de cuartos de baño públicos de EEUU sin distinción de género, AyR).
Los profesores comprometidos con este liberalismo volverían a centrar la atención en su principal responsabilidad política en una democracia: formar ciudadanos comprometidos conscientes de su sistema de gobierno y de las principales fuerzas y acontecimientos de nuestra historia. Un liberalismo post-identitario también destacaría que la democracia no es sólo acerca de los derechos; También confiere obligaciones a sus ciudadanos, como las obligaciones de mantenerse informado y votar. Una prensa liberal post-identidad comenzaría a educarse sobre partes del país que han sido ignoradas, y sobre lo que importa allí, especialmente la religión. Y tomaría en serio su responsabilidad de educar a los estadounidenses sobre las principales fuerzas que conforman la política mundial, especialmente su dimensión histórica.
Hace algunos años fui invitado a una convención sindical en Florida para hablar en un grupo dedicado al famoso discurso de las cuatro libertades de Franklin D. Roosevelt de 1941. El salón estaba lleno de representantes de los grupos locales: hombres, mujeres, negros, blancos y latinos. Comenzamos cantando el himno nacional, y luego nos sentamos a escuchar una grabación del discurso de Roosevelt. Cuando miré hacia la multitud y vi la variedad de diferentes caras, me sorprendió lo concentrados que estaban en lo que compartían. Y escuchando la agitada voz de Roosevelt mientras invocaba la libertad de expresión, la libertad de culto, la libertad de la carencia y la libertad del miedo - las libertades que Roosevelt exigía para "todos en el mundo" - me recordaron cuáles eran los verdaderos fundamentos del liberalismo americano moderno.

domingo, 15 de enero de 2017

EEUU SE PARECE AHORA A ROMA ANTES DE LA CAÍDA DE LA REPÚBLICA

Pascal-Emmanuel Gobry

Desde el inicio de la Edad Media hasta hace pocas décadas, cualquier persona educada tenía que estudiar la historia de Grecia y Roma. Hay una razón para ello, y hay una razón por la cual es una vergüenza que hace mucho que no lo hacemos.

Los Gracos

No es tan solo que la historia encierra importantes lecciones. Es que vivimos en una época levantada por las personas ya fallecidas que nos precedieron. América es una república constitucional. Sus instituciones de gobierno fueron imaginadas y nos fueron legadas por unas personas, todas las cuales habían estudiado la historia de Grecia y Roma, como hicieron los filósofos y escritores y hombres de estado que tomaron como inspiración, y como aquellos a su vez hicieron también. La democracia en la que vivimos es como una pieza de maquinaria extranjera que se supone tenemos que emplear. Si no eres un mecánico, no intentarías arreglar tu coche sin intentar primero leer alguna de sus instrucciones. Para poder entender como funciona nuestra república, necesitamos entender la forma de pensar de la gente que la levantó. Tenemos que entender de donde venimos.

Los Padres Fundadores de los EEUU, y los filósofos de la Ilustración de los que aprendieron de nuevo, la gente cuya máquina supuestamente hemos de mantener en marcha estaban obsesionados con Grecia y Roma. La razón por la cual los discursos de los políticos se dedicaban a referirse a América como un «experimento» en democracia, por que en este sentido estaban intentando algo arriesgado y precario, es porque vivían bajo la sombra de Roma.

La creencia habitual hasta la fundación de América es que la democracia está destinada a hundirse. Un sistema político que promete la igualdad formal no puede soportar la tensión de un sistema que siempre tendrá desigualdades de estatus, da igual como se intente legitimarlas. En una auténtica democracia, los demagogos vencerán sobre el pueblo mediante promesas vanas y acciones llamativas, y acumularan suficiente poder como para destruir la verdadera democracia que es la fuente de su poder (deténganme si lo que digo les suena familiar). La razón por la cual creían esto es por que eso es exactamente lo que pasó con Roma. Por eso el dicho popular: «Una república, si puedes mantenerla».

Si sabemos algo sobre la caída de la República romana, sabemos vagamente algo sobre Julio Cesar, sobre cómo era un general popular que usó su apoyo en el seno de los militares para llevar a cabo un golpe de estado. El golpe de Estado desató una guerra civil en la cual el hombre más fuerte, Augusto, terminó prevaleciendo, pensando que podría usar bien el poder que Cesar había reclamado para sí mismo.

Si sabemos un poco más, sabremos que Cesar no era tan solo un general de éxito, sino también un político astuto, que usó sus victorias políticas no solo para obtener la lealtad de las legiones, sino también para levantar una base de poder populista en Roma. También deberíamos de estar prevenidos de que cuando Cesar intentó dar su golpe de estado, la República romana ya estaba exhausta, con una élite complaciente engordada por siglos de victorias militares y los correspondientes botines.

Pero aquellos a lo que los historiadores hoy día llaman la crisis de la República romana tenía un profundo componente clasista. Como todas las  repúblicas, Roma se veía a si misma bajo el prisma del mito de su propio derribo de tiránicos gobernantes y el establecimiento de una, digamos, unión más perfecta. Como todos los mitos nacionales, esto solo era verdad en parte.

En realidad, la sociedad romana estaba dividida en dos clases, los patricios y los plebeyos (palabras que siguen teniendo un significado hoy día, aunque más débil); tres si se cuenta a los esclavos, algo que obviamente deberías, aunque eran menos activos políticamente que las otras dos clases.

Los patricios eran la aristocracia. Eran grandes terratenientes, en una época en la que la fuente de la riqueza era la tierra. Lo que es más, mientras la gran mayoría de la tierra en Roma era de propiedad pública en teoría, en la práctica los patricios podía n cosechar esas tierras y quedarse los beneficios como si fueran de su propiedad. El hecho de que los patricios  podían depender de mano de obra esclava para cultivar esas tierras las hacía aún más beneficiosas para ellos, incluso aunque así expulsaban a los plebeyos de los trabajos que habrían tenido mediante su cultivo. Esta igualdad fundamental entre una clase patricia poseedora de tierras y la más insegura económicamente de los plebeyos es la cosa más importante  a recordar sobre la historia de la República romana.

Y ¿qué pasaba con el sistema político? Bien, como es bien sabido, Roma estaba dirigida por un Senado, pero el Senado estaba compuesto de patricios. Para simplificarlo al extremo, el Senado era como el ramo legislativo, que nombraba a los cónsules que dirigían el ejecutivo. ¿No tenían voz los plebeyos? Los plebeyos estaban representados por oficiales elegidos en elecciones llamados tribunos de la plebe, cuyo mayor poder era su capacidad de proponer nuevas leyes y vetar al Senado. Los tribunos de la plebe en su gran parte eran también patricios, ya que este era el único camino para poder participar en la política, pero eran patricios con un contacto con las clases populares(1) y los buenos patricios, como los buenos tribunos de la plebe, sabían como agradar a sus votantes.

A finales del siglo II a.C., décadas antes de que Cesar apareciese, esta desigualdad abrumadora dio lugar a una crisis política. Dos hermanos, Tiberio y Cayo Graco, intentaron llevar a la práctica varias reformas para reequilibrar las desigualdades, incluyendo la redistribución de tierras y el reparto de grano entre los pobres de Roma. ¿Cómo resultó? Bien, para resumir una larga historia, Cayo acabó suicidándose para evitar ser asesinado por una horda financiada por un cónsul patricio para eliminarle por la fuerza(2).

El fracaso de los Gracos (plural de Graco) tuvo dos consecuencias: primero, restableció el uso de la fuerza para solventar disputas políticas. Y segundo, consolidó las divisiones de clase en el corazón de la sociedad romana, debido a que el complejo sistema de controles y contrapesos (así como el obstinado inmovilismo de la clase aristocrática) era incapaz de solucionar el problema. Naturalmente, los aristócratas romanos no creían estar simplemente defendiendo sus bolsillos. Roma, después de todo, era una de las civilizaciones más sofisticadas del mundo, y su aristocracia tenía una elevada educación. Creía que al defender sus privilegios, se estaba defendiendo de lo que consideraban la plebe, sin educación y ordinaria, que tenía creencias contrarias a lo que ellos creían que eran los valores de Roma. Con este trasfondo, el gobierno de Roma, crecientemente implicado en llevar a cabo guerras en el extranjero y mantener el imperio, se fue militarizando cada vez más, subiendo los impuestos para poder mantener sus gastos.

Debido a que esos conflicto estaban tan profundamente enraizados, Roma se mantuvo dando bandazos de una crisis social a una crisis política y de esta a una constitucional un año tras otro, década tras década, de manera que cuando apareció un «cirujano de hierro» la República cayó como una fruta madura que espera ser cosechada.

Todo esto me lleva a la actual situación. ¿Sabes qué millones han dejado de trabajar de manera activa? ¿Qué aumenta el número de personas sin estudios universitarios y que es expulsada de la economía? ¿Qué el sistema globalizado y meritocrático recompensa a una pequeña élite dejando al resto fuera?

Ahora no es aún el momento de Cesar. Ni siquiera es la época de los Gracos. No lo creo. Pero ha habido un incremento en la violencia política, aunque ni de lejos similar al nivel de la década de los 60. Y aunque la economía de América sin duda podría funcionar mejor, también podría funcionar mucho peor –de hecho, ha salido mejor de la recesión global que prácticamente el resto de las principales países del mundo.

Pero los paralelismos están ahí, ¿no es cierto? Puede que no haya disturbios pidiendo grano, o grandes latifundios, pero existe sin duda una clase de patricios, y una clase de plebeyos, y están sin la menor duda enfrentadas. Y la incapacidad del sistema político y económico de ofrecer una salida que sea positiva para ambas clases intensifica el conflicto.

El martes(3), América rechazó a un patricio y eligió un tribuno. Esperemos ver implementar algunas reformas genuinamente tipo Graco, y esperemos que funcionen bien durante una temporada. Por que en caso contrario, me temo que mis hijos un día verán a Cesar cruzar el Potomac(4).


  NOTAS:
  (1) En SPQR, acrónimo de 'Senātus Populusque Rōmānus' —«el Senado y el Pueblo de Roma», el 'populus', el pueblo no era la plebe sino todas las familias patricias y el Senado la asamblea que les representaba. La República romana era en sí una auténtica oligarquía. [Nota de AyR]
  (2) Previamente, Tiberio había sido linchado por otra horda financiada por otro patricio. [Nota de AyR]
  (3) En las elecciones en las que Trump salió elegido y Hillary Clinton fue derrotada. [Nota de AyR]
  (4) Referencia al paso del Rubicón —río que separaba Italia de la Galia Cisalpina— por César para derribar la República e imponer su dictadura. [Nota de AyR]

miércoles, 11 de enero de 2017

EL SUPREMO NIEGA A LA CGT EL DERECHO AL PATRIMONIO QUE FRANCO EXPOLIÓ A LA CNT


El tribunal avala el argumento según el que «no es heredera de la CNT» de los años 30, con el que el Gobierno de Zapatero le negó la posibilidad de recuperar parte del enorme botín que la dictadura hizo con las propiedades de la central anarcosindicalista

10/01/2017

La CGT «no es heredera de la CNT» de los años 30. El Tribunal Supremo ha cortocircuitado la posibilidad de que la Confederación General del Trabajo pueda recuperar una parte del patrimonio que el franquismo expolió tras la guerra civil a la Confederación Nacional del Trabajo al avalar la resolución en la que, con ese argumento, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero ya le negó el acceso en 2007.

La Sala Tercera del Supremo ha rechazado el recurso en el que 151 entidades y federaciones agrupadas en CGT le solicitaban que revocara el acuerdo por el que el Consejo de Ministros rechazó el 20 de abril de 2007 sus alegaciones contra la resolución por la que el Gobierno había resuelto, el 24 de noviembre de 2006, las solicitudes de reintegración y de compensación por el patrimonio sindical incautado por la dictadura. La sentencia cierra uno de los flecos de la peculiar relación que, entre rumores de reunificación nunca confirmados, mantienen las organizaciones anarcosindicalistas tras la escisión de 1979.

Entonces, los sectores de la militancia cenetista favorables a participar en las elecciones sindicales y en los órganos de representación laboral se escindieron en lo que más tarde sería la CGT, mientras la CNT histórica, partidaria de otras formas de acción sindical, mantiene su rechazo a esas vías. Esa escisión dio lugar a un pleito por la denominación oficial que el Supremo cerró en 1989, y el Constitucional zanjó tres años después, al otorgar la titularidad de las históricas siglas anarcosindicalistas a la central que entonces lideraba Vicente Villanueva.

Las siglas y los derechos

Sin embargo, una cosa era la asignación de las siglas y otra las aspiraciones para recuperar el enorme patrimonio que el franquismo intervino tras la guerra civil a la central anarcosindicalista, que en 1936 era, con más de un millón y medio de afiliados, el principal sindicato del país junto con UGT.

Tres décadas después de que el Estado regulara por ley la devolución de ese expolio, cuyo incumplimiento han constatado tribunales como la Audiencia de Zaragoza, CNT, que valora en unos 90 millones de euros los edificios incautados, sólo ha podido recuperar 16 inmuebles cuyo valor apenas suma 1,5 millones, muy inferior al asignado a organizaciones inexistentes en 1939 como el sindicato CCOO y algunas patronales.

Las federaciones de CGT sostenían en su demanda «que a fecha 13 de septiembre de 1936 y hasta 1989 estaban o son ahora sucesoras de ellas confederadas en la Confederación Nacional de Trabajo (CNT)». Sin embargo, el Supremo recoge los argumentos de la Abogacía del Estado, la UGT y la propia Confederación Nacional del Trabajo y avala la «interpretación jurídica» en la que el Gobierno central sostiene que «la CGT, como organización, no es titular de ningún derecho sobre el patrimonio sindical histórico que en su día hubiera pertenecido a la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), ya que no es heredera de la CNT».

No obstante, algún indicio apunta a que la batalla jurídica puede continuar, ya que la CGT sostiene que el Gobierno le causó «una grave indefensión de relevancia constituciona al obligarle a identificar los bienes que reclamaba en lugar de pronunciarse sobre su derecho a recuperarlos y, después, abrir un expediente para determinar cuáles le correspondían.

Más dificultades para los cenetistas

Por otro lado, el Supremo ratifica en la sentencia una doctrina que dificulta la recuperación del patrimonio expoliado por parte de la propia CNT: «Son las organizaciones sindicales, y no los entes de carácter sindical afiliados o asociados a ellas, las titulares de los derechos de reintegro y de compensación».

Es decir, que solo las centrales aunque se trate de organizaciones federales y sus sucesoras tienen personalidad jurídica para reclamar el patrimonio expoliado por el franquismo, tesis que impidió hace unos meses que la Federación Local Obrera de Sindicatos de La Coruña de CNT pudiera recuperar un céntrico edificio y la imprenta sindical de esa ciudad gallega.

Se da la particularidad de que la Federación Local Obrera de La Coruña, antecesora de la actual y propietaria de esas fincas desde 1932, es anterior a la CNT: fue creada en 1871, celebró su primer congreso en 1882 y se unió a la federación anarcosindicalista cuando esta fue fundada en 1910. Sin embargo, «no entendemos que la federación recurrente haya acreditado la independencia de la CNT», concluyeron los magistrados, que destacan cómo varios informes de organismos franquistas se refieren a la entidad como «afecta a la CNT».

domingo, 7 de agosto de 2016

LA WOOD WIDE WEB

Las plantas son seres vivos sesiles, que se quedan aferrados al sustrato y no se mueven. Aunque, sí se mueven y sus movimientos son lentos, lentísimos, por eso dan la sensación que más que seres vivos parecen seres inertes. Pero, sin ellas no pueden existir los animales —incluidos nosotros los humanos—, y poca atención reciben como si formasen sólo parte del paisaje, cuando son parte esencial (y activa) del medio.

Una célula vegetal es más compleja que una animal, ya que los vegetales (me refiero a las algas y plantas, dejando aparte a los hongos, aunque sesiles como las plantas están más próximamente emparentados con los animales) producen el oxígeno atmosférico que respiramos. Son la base de la red trófica (¡sí red y no cadena!, ya que la naturaleza es más compleja) de los ecosistemas. Sin plantas no habría animales herbívoros, y sin fitófagos no hay depredadores, como si no hubiese depredadores los herbívoros esquilmarían los vegetales. Todo esta relacionado. La imagen vulgar de una lucha contínua es ilusoria e irreal. Si tenemos en cuenta, además, que la mayor parte de las plantas dependen simbióticamente  de los hongos —las micorrizas— para sobrevivir, como a su vez el suelo se fertiliza gracias a la acción de microorganismos y otros pequeños seres vivos como bacterias, nemátodos o colémbolos; la idea de una naturaleza competitiva es incierta, porque la realidad natural nos demuestra que en la Naturaleza lo que domina es la interdependencia y no la competencia... Kropotkin tenía razón cuando nos hablaba del apoyo mutuo.

Pero no sólo es esto, las plantas si se sienten amenazadas, además de protegerse a sí mismas, envian mensajes químicos de advertencia a otras plantas. En un bosque a nivel subterráneo los árboles se comunican por las raíces, además de información comparten nutrientes (se ha demostrado que en partes del bosque cuyo suelo carecia de determinados minerales, estos se transmitían desde otras partes a traves de una red radical). En esta Red Informática Forestal (la Wood Wide Web) intervienen los hongos entrelazando sus micelios con las raíces de los árboles para formar las mencionadas micorrizas.

Las plantas pueden detectar la luz sin tener ojos, oler sin tener olfato, degustar sin tener papilas y hasta digerir sin tener estómago. Además de otros quince sentidos como la capacidad de detectar la humedad, la gravedad, los campos electromagnéticos y un sinfín de gradientes químicos, la mayor parte de estos sentidos localizados en sus raíces, cuyas células de sus puntas funcionan a algo parecido a unas neuronas. Podríamos decir que también son inteligentes y sus raíces funcionan como un sistema nervioso.

Tenemos que cambiar la idea de las plantas que tenemos, y la moderna Biología está en ello. Aquí os ponemos un infográfico que tenemos en el último PRISMA (el 4).


sábado, 6 de agosto de 2016

MUCHO MÁS QUE PLANTAS (PRISMA 4)


Kropotkin, uno de los más destacados pensadores anarquistas, fue también un científico que tuvo el privilegio de ser el único extranjero que pudo participar en la redacción de la Enciclopedia Británica. Su principal contribución a la ciencia fue el excelente libro Apoyo Mutuo, un factor de la evolución, que escribió para combatir el «Darwinismo Social», concepto que pretende usar la teoría de la evolución de Darwin para justificar las injusticias sociales y que forma parte de la ideología del fascismo, siendo empleado por los nazis para justificar científicamente el matar a quienes consideraban débiles.

Según el darwinismo social, la supervivencia del más fuerte es la base de la evolución, y la solidaridad hacia los débiles es no sólo innecesaria sino también contraproducente. Kropotkin, en cambio, demostró que este concepto era una interpretación interesada de las ideas de Darwin por la burguesía para justificar el brutal sistema capitalista en ascenso en aquella época, y suministró un enorme arsenal de datos para demostrar que en el mundo animal la solidaridad —o apoyo mutuo— es un factor clave de la evolución.

Casi un siglo después de la muerte de Kropotkin, la ciencia ha vuelto a comprobar la veracidad de las tesis de Kropotkin al descubrir la existencia de la solidaridad y altruismo en el mundo vegetal; según los artículos ingleses y alemanes traducidos para este ejemplar de Prisma, la solidaridad es un pilar clave en la existencia de las plantas y los bosques, sin la cual sería imposible que lograsen existir.

El presente dossier no pretende justificar las ideas anarquistas apoyándose en la ciencia, dogmatismo en el que cayeron Marx y sus seguidores (véase el concepto del Socialismo Científico), y algo de lo que Malatesta acusó a Kropotkin. No, nuestra intención es recordar la importancia de la solidaridad y cómo esta nos rodea sin que seamos conscientes de ello, algo importantísimo en la época actual en la que el capitalismo y sus voceros pretenden convencernos de que la maldad es algo intrínseco al ser humano.

Hemos sacado ya el número 4 de PRISMA, órgano gratuito de AMOR Y RABIA, para obtenerlo pulsar en lo siguiente.



miércoles, 22 de junio de 2016

REEDICIÓN DEL NÚMERO 32 DE NUESTRA REVISTA CON THOREAU


«Acepto de todo corazón la máxima: "El mejor gobierno es el que gobierna menos", y así también lo creo, que "el mejor gobierno es el que no gobierna en absoluto"; y, cuando los hombres estén preparados para él, ése será el tipo de gobierno que tendrán...», así comenzaba Henry David Thoreau su famoso ensayo DESOBEDIENCIA CIVIL, publicado en 1848, en plena intervención militar de los EEUU en México, guerra de conquista con la que el vecino septentrional se anexionaba la mitad del territorio del vecino meridional.

Este texto sirvió de inspiración en los futuros movimientos contestatarios pro-derechos humanos del siglo XX. Thoreau, con él criticaba al Estado y su omnipotencia, representado por el autoritarismo de los gobiernos —por muy parlamentarios, democráticos y constitucionales que sean—, y, en especial, al de su país (considerado la cuna de la democracia moderna) que permitía la esclavitud y se enzarzaba en una guerra imperialista. Él se anteponia como podía, incluso negándose a pagar impuestos. (No descartaba el pago de impuestos con fines colectivos, pero rechazaba el pago para otros menesteres no sociales, muy al contrario del individualismo neoliberal.)

Con su ataque a la intervención militar en tierras mexicanas, descartaba todo supuesto fin 'humanitario' como justificación de la guerra, cosa raramente reconocida por los actuales intelectuales que abogan por todo tipo de intervenciones en países 'dictatoriales' del llamado Tercer Mundo.

Incluso, tras la ejecución de John Brown —abolicionista que usó la violencia contra la esclavitud— ni le cuestionó en absoluto sus métodos, y encima lo alabó, porque sabía que el único responsable de tal violencia era un Estado que permitía la existencia de una institución tan detestable como la esclavitud. Otra cosa que los 'demócratas' de hoy día desconocen y no tienen en cuenta, simplemente se conforman con denunciar superficialmente todo acto violento, sin buscar las causas y condenar esas circunstancias que conducen a ello.

Y, por lo menos, que no colaboremos aportando nuestro «granito de arena» a las injusticias y otras circunstancias adversas imperantes, como este radical estadounidense, también, nos comentase en este histórico ensayo: «No vine al mundo para hacer de él un buen lugar para vivir, sino a vivir en él, sea bueno o malo. Un hombre no tiene que hacerlo todo, sino algo, y debido a que no puede hacerlo todo, no es necesario que haga algo mal.»

En este ensayo Thoreau también nos defendía el derecho legítimo, e incontestable, a la rebelión contra todo poder impopular: «Todos los hombres reconocen el derecho a la revolución, es decir, el derecho a negar su lealtad y oponerse al gobierno cuando su tiranía o su ineficacia sean desmesurados e insoportables.»

A finales de enero de 1997 (el tercer año de existencia) sacamos el texto de Thoreau en un número de nuestra revista en papel, que hemos reeditado y que desde aquí podéis leer y/o descargar:



¡SALUD Y LIBERTAD!

lunes, 4 de abril de 2016

NO OLVIDAR A LEONARD PELTIER

«Para quienes estamos encerrados aquí,
nada es más importante que ser recordados.»
LEONARD PELTIER,
(Prisión de Leavenworth, septiembre 1998)

Cuarenta años en la cárcel acaba de cumplir uno de los presos políticos que más tiempo lleva encerrado en el mundo

RICARDO ALARCÓN DE QUESADA


Mientras Barack Obama diserta, sin sonrojarse, sobre las virtudes de la «democracia» estadounidense y sermonea sobre los derechos humanos, un inocente languidece, en su celda, totalmente aislado, esperando sólo la muerte o que el Presidente haga lo que puede hacer pero no hace.

Leonard Peltier, —lakota, dirigente del American Indian Movement (AIM), escritor y poeta acaba de cumplir cuarenta años de prisión y es uno de los presos políticos por más tiempo encarcelados en todo el planeta. Cuando lo apresaron en febrero de 1976 era un joven luchador por los derechos de los pueblos originarios y ya había conocido desde temprano la represión y la cárcel. Hoy, casi ciego y muy enfermo sufre un cautiverio cruel y totalmente injustificado.

Condenado sin prueba alguna en un proceso viciado de manipulación e ilegalidades fue sentenciado a dos cadenas perpetuas consecutivas (SIC) que ha estado sirviendo en prisiones de máxima seguridad, sometido a condiciones particularmente duras, de una inhumanidad que no toma en cuenta siquiera su frágil estado de salud ni su edad avanzada.

En la década de los Setenta del pasado siglo el carácter represivo y racista del régimen norteamericano descargó su violencia contra los que se oponían a la guerra de Vietnam y también contra los negros, los puertorriqueños y las poblaciones originarias que habían sido despojadas de sus tierras y encerradas en las llamadas «reservaciones». En 1973 se produjo la masacre de Wounded Knee, el mismo lugar, por cierto, donde había ocurrido en 1890 el mayor enfrentamiento entre los indígenas y los invasores blancos. En ambos sucesos perdieron la vida cantidades innombrables de «indios», incluyendo niños, mujeres y ancianos y nadie fue llevado a juicio por tales crímenes.

La atrocidad de Wounded Knee II y la creciente presencia de agentes del FBI y de grupos paramilitares crearon un ambiente de terror en la zona en la que recientes descubrimientos de yacimientos de uranio y otros minerales atraían la codicia anglosajona.

La solidaridad irradió a otros sectores. Marlon Brando ganador en 1973 del Oscar por su memorable actuación en El Padrino convirtió la ceremonia en una singular denuncia: en lugar suyo envió a una actriz apache, Sacheen Littlefeather y protestó por el trato dado al pueblo aborigen y por la masacre de Wounded Knee. «Me pareció absurdo ir a la ceremonia de entrega de los premios. Resultaba grotesco festejar a una industria que había difamado y desfigurado sistemáticamente a los indios norteamericanos a lo largo de seis décadas», proclamó entonces Brando.

Los ancianos, asediados en Oglala, en la reservación de Pine Ridge, Dakota del Sur, pidieron protección al AIM que envió al lugar a varios activistas, entre ellos Peltier. En junio de 1975 se produjo allí un extraño incidente en el que perdieron la vida dos funcionarios del FBI y un número de nativos, civiles, desarmados, cuya cifra y sus nombres han quedado en la sombra.

En cualquier caso varios hechos eran evidentes. Los indios estaban acosados, en su refugio, del que no salieron para atacar a nadie. Quienes penetraron allí, antes del incidente, fueron decenas de agentes del FBI fuertemente armados como armados estaban los paramilitares a su servicio. Si algún indio hubiese disparado, algo que no pudo demostrarse, habría sido un acto desesperado de autodefensa.

Las autoridades formularon cargos solamente contra los nativos. Peltier buscó refugio del lado canadiense donde fue capturado el 6 de febrero de 1976. Entretanto sus compañeros fueron liberados por falta de pruebas.

La acusación contra él fue fabricada de pies a cabeza por el FBI. Revelaciones posteriores al juicio, obtenidas tras largos esfuerzos de sus defensores basados en la Ley de Libertad de Información prueban el carácter fraudulento de todo el proceso: testimonios falsos obtenidos mediante el chantaje y la amenaza, presentación como «prueba» de un arma que no estaba en el lugar, ni fue usada por Peltier ni tuvo relación alguna con el incidente. En una audiencia ante la Corte de Apelaciones en 1978, uno de los fiscales que actuó contra él tuvo que admitirlo: «Nosotros no sabemos realmente quién disparó a los agentes». El tribunal, sin embargo, ratificó la condena.

El juicio contra Peltier fue una farsa de proporciones monumentales. Lo demostró convincentemente otro gran artista norteamericano, Robert Redford, en su documental Incident at Oglala: the Leonard Peltier Story producido en 1992 pero sometido a una severa censura que lo ha convertido en algo que muy pocos han podido ver. Las razones son obvias. Según el Washington Post del 22 de mayo de 1992: «Es muy difícil ver Incident at Oglala sin concluir que Leonard Peltier es inocente... su juicio no fue otra cosa que una farsa cocinada por el Gobierno. Este documental directo e iluminador muestra hasta donde llegó la falta de escrúpulos de los fiscales y del FBI para castigar a este hombre».

Por su liberación se pronunciaron Nelson Mandela, el Parlamento Europeo y numerosas personalidades en todo el mundo. El reclamo tiene más de cuatro décadas, hasta ahora sin resultado. Hace ya algún tiempo, lo advirtió Ramsey Clark ex Fiscal General de Estados Unidos: «Hasta que esto suceda, cada día es un nuevo crimen, cada amanecer es un nuevo crimen, cada atardecer es un nuevo crimen contra la dignidad del pueblo indio y contra el honor de los Estados Unidos de América. Porque mientras Leonard Peltier esté en prisión, todos lo estamos».

Cuando Peltier fue arbitrariamente encarcelado, Obama era un adolescente y no fue responsable de esa injusticia. Pero hace ocho años que sí lo es pues como Presidente nada ha hecho para liberarlo. Él sabe que «Sí se puede» pero prefiere ser cómplice del crimen.