14 de abril de 2020
El mundo, tal como lo hemos conocido, está llegando a su fin. Ante nuestros ojos están teniendo lugar a gran velocidad cambios enormes que van a definir una nueva estructura social, así como un nuevo orden global. Estos cambios son fundamentalmente:
1) El desmoronamiento del sistema capitalista neoliberal como lo hemos conocido. Este derrumbe no se debe al Coronavirus, como se nos pretende hacer creer, sino que se inició el pasado septiembre con el derrumbe de los mercados de créditos a corto plazo (REPOs), que forzó la intervención de la Reserva Federal de EEUU y la puesta en marcha de un programa de inyección de más de dos billones de dólares entre diciembre y enero. Desde entonces, esta crisis se ha extendido a los mercados y dio lugar a una crisis de liquidez que se ha transformado en una crisis de solvencia debido a un verdadero tsunami de pérdida de rating de las empresas, que las impide acceder a financiación. La necesidad de guardar el dinero líquido disponible estaba a punto de provocar el derrumbe de unas bolsas infladas artificialmente durante la última década mediante la recompra de las acciones por las propias empresas, pero la cuarentena ha permitido camuflarlo y justificar una gigantesca ola de despidos y la puesta en marcha de una nueva ronda de gigantescas subvenciones estatales a empresas y bancos que en gran parte son verdaderos zombis.
2) El mayor trasvase de riqueza de la historia y la generalización de la miseria. Con la excusa de volver a poner en marcha la economía se van a poner en marcha modificaciones fundamentales de la estructura económica de las sociedades occidentales, que se van a concentrar en la destrucción de los restos del llamado “estado del bienestar”, y muy especialmente las pensiones. Aparentemente pretenden camuflar la pérdida de capacidad adquisitiva que van a provocar los recortes consecuencia de los programas de rescate de la oligarquía mediante la Renta Básica Universal, que serviría para asegurar unos ingresos que rocen la miseria para impedir rebeliones.
3) El fin de la Globalización y la resurrección del proteccionismo para hacer frente a China. Desde antes de la llegada de Trump al poder el capitalismo occidental ha visto caer su tasa de beneficio mientras, de manera paralela, China se convertía en el principal socio comercial del planeta, con empresas capaces de competir con los monopolios de alta tecnología de EEUU. Para hacer frente al coloso chino, las élites occidentales capitaneadas por Washington han decidido poner en marcha una nueva Guerra Fría y destruir las cadenas de suministros globales, aun a costa de sumergir al planeta en el caos y la pobreza. El pasado es una advertencia del futuro: la última vez que se destruyó un mercado global sustituyéndolo por bloques comerciales cerrados fue durante la década de los 30, y el resultado fue el hundimiento en un 60% del comercio global y una escalada que degeneró en la Segunda Guerra Mundial.
4) Una restricción generalizada y posiblemente permanente de las libertades individuales. Con la excusa de la cuarentena se ha puesto en marcha un despliegue gigantesco de medidas de control social que no tienen nada que envidiar a las usadas por China. Los grandes monopolios de nuevas tecnologías occidentales anuncian la puesta en marcha de mecanismos en colaboración con el estado para acceder a los datos de cada individuo, gracias a la eliminación de las leyes que protegían la privacidad occidental, y en paralelo se está llevando a cabo un despliegue militar y policial que asegura el encarcelamiento de facto de la sociedad en su conjunto. En el momento en que la oligarquía decide nuestro futuro con la negociación de unos nuevos Pactos de la Moncloa, el derecho de reunión y manifestación ha sido ilegalizado en la práctica y solo se puede salir a la calle para ir a trabajar, haciendo imposible una resistencia colectiva contra los planes del gran capital.
La única forma de luchar contra esto es organizarse: cada persona cuenta en las luchas que se avecinan.