EDITORIAL: La censura que no cesa
La escalada censora que se vive desde hace años en las redes sociales y el mundo digital en general ni es casual ni se debe a una pandemia o un conflicto bélico, sino que es algo planificado. Su puesta en marcha se debió a tres sucesos concatenados:
▪ 2012-2014: La derrota en las redes de la narrativa occidental sobre el intento de EEUU de destruir el Estado sirio para remoldear Oriente Medio en colaboración con la Hermandad Musulmana. Tras la intervención militar rusa, para tapar su derrota occidente se sacó de la chistera el cuento de hadas de la “revolución anarcofeminista” de Rojava en el territorio ocupado por EEUU y sus aliados.
▪ 2014-15: La derrota en las redes de la inverosimil narrativa occidental que justificaba un golpe de estado en Ucrania, puesto en marcha para evitar su entrada en la UEE, una zona de libre comercio rusa, y la posterior derrota de las fuerzas ucranianas apoyadas por occidente en la batalla de Debaltsevo a manos de fuerzas pro-rusas, que según la ex-canciller alemana Angela Merkel impulsó a occidente a firmar los acuerdos de Minsk en 2015, para ganar tiempo para poder hacer frente a Rusia.
▪ 2016: La llegada al poder del oligarca Trump, que pese a su mentalidad reaccionaria y defensa de la hegemonía de EEUU era impredecible y, por ello, incontrolable, lo que le convertía en una amenaza a las estrategias a largo plazo del Imperio estadounidense y su Complejo Militar-Industrial, principal beneficiario de las guerras imperiales estadounidenses.
La respuesta de las oligarquías occidentales a la pérdida de control de la realidad percibida por sus súbditos dio lugar a la puesta en marcha de una censura cada vez mayor de la red:
1) A finales de 2016, los medios de comunicación en EEUU acuñaron el término Fake News para marcar y denunciar todo análisis o narrativa de la realidad contraria a los intereses de la olgarquía, imitando al ‘sanbenito’ que imponía la Inquisición a sus víctimas. De manera paralela se crearon los Fact-Checker, empresas dedicadas a localizar y marcar narrativas “inconvenientes” para facilitar su eliminación. Uno de los financiadores de estas empresas es George Soros, oligarca estadounidense que ya en 2014 había propuesto censurar internet. Para censurar contenidos de Facebook, por ejemplo, financió en 2016 una organización dedicada a “señalar noticias falsas”, y en 2020 estaba relacionado con 18 de las 20 personas dedicadas a la censura en esa red social.
2) En agosto de 2018 los oligarcas de Silicon Valley pusieron en marcha la era de la censura en internet. En un ataque coordinado, Facebook, Apple, Google y Twitter usando para justificarlo las cuentas de Infowars del ultraderechista Alex Jones.
3) En abril de 2019 entró en vigor en la EU una directiva que abre la puerta a la eliminación masiva de contenidos con la excusa de la defensa del copyright.
4) A comienzos de 2020, los oligarcas de Silicon Valley destruyeron la red social Parler en una acción coordinada (esta coordinación de los gigantes de Silicon Valley no era ninguna novedad: en 2015 un tribunal condenó a Google, Apple y varias empresas más por conspirar para mantener bajos los sueldos de sus +100.000 trabajadores).
5) A partir de 2020 la práctica de censurar redes sociales se convirtió en algo cotidiano con la pandemia como excusa: los documentos internos de Twitter muestran las peticiones de censura del gobierno, y lo mismo sucedió en Facebook.
6) A finales de 2020 la censura empezó a borrar el pasado al cambiar de política archive.org, el “archivo de internet”, que aceptó borrar contenidos antiguos.
7) Desde marzo de 2022 la guerra de Ucrania tomó el relevo de la pandemia y se convirtió en la nueva excusa para ampliar la censura: DuckDuckGo, un buscador “alternativo”, anunció que favorecerá la narrativa ucraniana mediante la censura, y la Comisión Europea prohibió el acceso a webs rusas, a pesar de carecer de competencias para hacerlo.
8) A finales de 2022 la UE aprobó la puesta en marcha de la Digital services Act (DSA), cuyo objetivo es controlar los contenidos de las redes sociales introduciendo la figura de los censores de contenidos de redes sociales llamándolos “Trusted Flaggers”, papel ejercido por las empresas de Fact Checkers, que pasan así de señalar contenidos “incómodos” a encargarse de que sean eliminados. Al mismo tiempo, la DSA reduce los derechos de los usuarios, al no obligar a las redes sociales a reaccionar de inmediato a las quejas contra su censura de contenidos.
La amenaza constante de la censura y la dependencia de plataformas controladas por un puñado de oligarcas que trabajan estrechamente con los órganos represivos del Estado no auguran un futuro prometedor. Hay que volver al mundo real, sin intermediarios.