Por RABIOSO
El 'Procés', impulsado desde el Govern desde el 15-M, ha generado una escalada nacionalista/identitaria en Cataluña que ha llegado a su apogeo con la convocatoria del "referéndum" del 1-O. El contenido social del 'referéndum' brilla por su ausencia, ya que el objetivo es la creación de un nuevo estado, y mientras se presenta como una lucha por la democracia, para llevarlo a cabo se han puesto en marcha mecanismos de un autoritarismo extremo que son ignorados por quienes lo apoyan desde la izquierda: se empezó negándose el debate abierto acusándose de facha y españolista a quién no esté de acuerdo con la "independencia", luego se ha pasado a convertir en cotidiano el atacar locales de partidos políticos de la oposición, se ha generalizado el acoso y las amenazas a la disidencia frente al pensamiento único independentista, y finalmente se ha llegado al punto de que los ultranacionalistas de Omnium llamen por teléfono de manera individual a la ciudadanía para exigir que participen en el 'referendum', y llamar "facha" a quién se niege.
Pese a los cantos de sirena de quienes aseguran que hay que apoyar el 'Procés' y la celebración de un referéndum como vía para acabar con el R78, la realidad es tozuda. Mientras el contenido nacionalista es evidente, cuando se pregunta por la configuración social de la "república catalana", los responsables de los mayores recortes sociales de todo el país dan una respuesta que es muy española: "mañana". Mañana, tras la independencia, los pensionistas cobrarán más, mañana tendremos una sanidad pública mejor, mañana eliminaremos los privilegios del clero y los colegios concertados, mañana se pararán los recortes neoliberales, o incluso se atreven a decir que Cataluña será mañana siete veces más rica que ahora. Eso sí, todo mañana pero sin concretar nada. A la hora de la verdad, lo único para lo que está valiendo el Procés es como movilización permanente que haga posible que la "cuestión nacional" ocupe todo el espacio de discusión y sea siempre más importante que la cuestión social en la región más afectada por los recortes de toda España.
Esta supuesta "revolución" está dirigida desde el poder, ya que sin el apoyo del 'Govern' habría sido rápidamente combatida por el poder como ocurre siempre con una verdadera protesta. Basta recordar la salvaje represión del movimiento de los indignados del 15-M, cuando los Mossos no tuvieron el menor inconveniente en aplastar junto a la policía nacional un movimiento de protesta genuinamente democrático. ¿Qué ha cambiado desde entonces? ¿Qué objetivo tiene la casta política catalana en favorecer este movimiento de masas, que por su comportamiento amenazante ante cualquier disidencia y el apoyo de la oligarquía es un ejemplo perfecto de un Maidán? ¿Que esperan conseguir la oligarquía catalana y la mafia del 3%?
1) EL DERECHO A LA AUTODETERMINACION, MITO Y REALIDAD
El principal logro del "Procés" ha sido convertir el "derecho de autodeterminación" en parte de las reivindicaciones de la izquierda, hasta el punto de que la propia CNT (desde el Comité regional de Catalunya-Baleares hasta el Comité Confederal) ha emitido sendos comunicados en este sentido. Tan lamentable es este abandono inesperado del federalismo como la aceptación de un concepto básico del nacionalismo sin reflexionar sobre sus consecuencias. Para empezar, el "derecho de autodeterminación" no consiste en este caso en liberar a una población de una explotación colonial por una potencia extranjera, que es lo único que permiría conciliar ver de manera unificada a la población de un territorio con la perspectiva anarcosindicalista de la lucha de clases. Al contrario, Cataluña es la región más rica de España, y el resto del país es su mayor mercado; basta mirar la estructura económica española y los consejos de administración de las empresas para comprobar que la oligarquía catalana (y la vasca) son parte integrante e importante de la oligarquía española.
Al carecer del componente colonial, hablar de una "autodeterminación" catalana se convierte en una mera reivindicación nacionalista, y por tanto, interclasista: el explotado y el explotador pasan de repente a tener intereses comunes. La base argumental del derecho a la autodeterminación (que se camufla como derecho a decidir) es una abstracción llamada "nación", cuyos imaginarios intereses se ponen por delante de los individuales. El individuo o la organización basada en la libre voluntad siguiendo el modelo federal es rechazada de plano: como ha reconocido el independentista catalán Joan Tardà (ERC), jamás permitirán que Tarragona deje de formar parte de Cataluña. Al mismo tiempo que se coarta de este modo la capacidad de decisión popular, se usa como argumento la defensa de Cataluña para justificar una alianza entre la casta política neoliberal que gobierna Cataluña desde hace décadas y las víctimas de sus corruptelas. Ni desde la CNT ni desde el resto de la izquierda se ha dado un argumento válido o minimamente aceptable que justifique por qué hay que apoyar semejante alianza contra natura con las élites nacionalistas que ayudaron a implantar el R78 y han puesto en marcha una brutal reestructuración neoliberal.
2) ¿ES UN REFERÉNDUM UNA SOLUCION?
Mientras que la idea de apoyar a la casta catalana provoca nauseas y rechazo entre la izquierda. la idea de llevar a cabo un referéndum sobre la independencia de Cataluña está muy extendida. Por desgracia no ha habido una reflexión profunda de las posibles consecuencias. Aparentemente y desde un punto de vista teórico parece aceptable y muy democrático el llevar a cabo un referéndum cuyo objetivo sea definir la separación de Cataluña y España. Pero esta reivindicación, de carácter claramente nacionalista, no solucionaría nada; al contrario, como evidencian las consecuencias políticas de un referéndum pactado:
- en el caso de un fracaso, todo seguiría igual, porque los nacionalistas no pararían de pedir la celebración de un nuevo referéndum hasta que lograsen obtener el resultado que desean, como ocurre en Escocia o Quebeq. El nacionalismo seguiría con su discurso de movilización intacto, y la cuestión nacional seguiría impidiendo que la cuestión social sea el centro de discusión de la sociedad.
- en el caso de un triunfo, porque de manera automática daría lugar a dos nuevas reivindicaciones de corte nacionalista de dificil solución. En los países bálticos, que los nacionalistas catalanes siempre presentan como ejemplo de una separación, la minoría rusa ha perdido incluso el derecho al voto tras la independencia, y el sentimiento antiruso se sigue utilizando para lograr la adhesión de la población a los intereses de la oligarquía. En Cataluña surgiría una minoría etnica, la población que se considera española, que desde el minuto cero de ese nuevo estado pasaría a ser considerada como minoría oprimida por la negativa del nuevo estado catalán a aceptar la puesta en marcha de una educación bilingüe (los nacionalistas catalanes dicen que el bilingüismo es un producto franquista, nada menos). Y fuera de Cataluña se impulsaría el pancatalanismo -los 'Països Catalans'- en los territorios del nuevo -y reducido- estado español, tanto por motivos ideológicos como para tener un instrumento de presión hacia el estado español durante las negociaciones para la separación.
Pero además hay que tener en cuenta que para llevar a cabo un referéndum que tenga validez -es decir, que pueda reconocerse como democrático) debería tener lugar en un clima de debate que, hoy por hoy, no se dá en Cataluña. Y no se dá poque no conviene a los independentistas, que saben que la mayoría de la población simpatiza con las ideas nacionalistas pero no con todas, y está en contra de la independencia. Como se ha podido ver en el camino al "referéndum" del 1-O, para el independentismo lo importante es obtener el resultado deseado y no les importa quitarse la máscara de demócratas para conseguirlo. El acoso hacia quienes no comulgan con el pensamiento único independentista y el “procés” es brutal, y no sólo lo está notando el PSC. A comienzos de 2016, cuando la CUP tenía que decidir si apoyaba o no a la ex-CiU para que siguiera en el poder o, en caso contrario, se convocasen elecciones, el mobbing anti-CUP fue gigantesco (#pressingcup). Y eso que era uno de los suyos, un partido con un perfil claramente independentista.
A este comportamiento abiertamente autoritario y militante contra la disidencia se une que ningún órgano de poder e influencia de Cataluña están en contra del “Procés”. Tras décadas de hegemonía nacionalista al mando del gobierno catalán, el paisaje mediático es monocolor, con acoso a los medios que se salen de la foto, como les pasó recientemente a El Periódico, al demostrar que los Mossos habían recibido un aviso de posible atentado en las Ramblas (cosa que se reconoció cierta más tarde), y poco después al diario abiertamente independentista ARA, por no querer arriesgarse a ser multado. Esta situación, unida al interés del PP y de JxSÍ (la ex-CiU y ERC) de centrar el debate político en las banderas para continuar impunemente con sus recortes, ha generado un ambiente completamente emocional e irracional, dónde quién no coincide con lo que dicen los independentistas es acusado de “españolista” o directamente “facha”. En estas condiciones típicas de un Maidán es imposible llevar a cabo un referéndum como el de Escocia o Quebeq, donde dominaba el respeto a la pluralidad de opiniones y el respeto mutuo.
Más allá de los problemas asociados con un hipotético referéndum, de dificil solución, se une el hecho de que quienes están detrás del desafío independentista no pretenden llevar a cabo un referéndum, sino algo muy diferente. Aunque se repita sin cesar que el “procés” se inició tras bloquear el PP en el Tribunal Constitucional un par de artículos de un nuevo estatuto de autonomía para Cataluña pactado por el PSOE de Zapatero y CiU, curiosamente las cifras de asistencia a la Diada posterior fue la habitual, a años luz de las cifras de asistencia de los últimos años. El “Procés” empezó en realidad como reacción al 15-M, que amenazó el “oasis catalán” que había creado Pujol, y que no era otra cosa que un desierto social sometido al control político de un nacionalismo que lleva en el poder casi tanto tiempo como Franco. La movilización en Cataluña en torno al 15-M y el famoso bloqueo del Parlament que obligó a la casta política a utilizar helicópteros para poder entrar en el edificio dio lugar a una reacción de temor en las élites nacionalistas. Si no reaccionaban, la “cuestión nacional” con la que siempre habían cubierto sus vergüenzas, del caso Banca Catalana al 3%, podría ser sustituida por la cuestión social. La profundización del neoliberalismo tras la crisis financiera (recortes, despidos, generalización de la precariedad laboral y dinero gratis a los culpables del desastre) eran una bomba de relojería.
3) EL PROCÉS COMO INSTRUMENTO CONTRA EL 15-M Y LA LUCHA DE CLASES
La única solución era una huida hacia adelante, profundizando en la nacionalización de la política catalana para acallar las voces que amenazaban el monopolio de CiU. Para lograrlo, se reprimió brutalmente el 15-M y a continuación se creó la ANC, se apoyó financieramente a la CUP (una versión catalanista del Lerrouxismo) y se organizó la asistencia masiva a la Diada, para reconducir las movilizaciones de protesta de objetivos sociales hacia una nueva dirección identitaria. Para lograrlo se pusieron en marcha campañas como la de “España nos roba”: lo importante era quitar del punto de mira a la mafia del 3%. Como un ciclista que no puede quedarse parado para no caerse, la casta política nacionalista del 3% necesitaba crear un clima de movilización permanente para mantenerse en la poltrona y controlar Cataluña; siguiendo esta lógica, la decisión de saltarse a la torera el Estatut, ignorar al Tribunal Constitucional y cargarse las reglas del Parlament para imponer el voto inmediato de una “Ley de Transitoriedad” que les daba la inmunidad tendrían como objetivo evitar llegar a unas elecciones regionales en una situación de normalidad; después de todo, las encuestas repiten sistemáticamente desde hace mucho tiempo que en caso de llevarse a cabo elecciones las perderían.
Desde esta perspectiva, el procés busca salvaguardar los intereses de una casta política que ayudó a crear el R78 y lleva décadas en el poder en Cataluña, y sus actividades aparentemente suicidas buscan favorecer un clima de movilización permanente en su defensa. Esto, al mismo tiempo, hace imposible el clima sereno necesario para llevar a cabo un referéndum con garantías, porque va contra los intereses de quienes, hoy por hoy, controlan todos los resortes del poder en Cataluña. Pero lo cierto es que este análisis se queda en la superficie, en la cortina de humo política de JxSÍ, y no profundiza en lo que en realidad está en juego en Cataluña: la reestructuración de la estructura de poder en España.
Desde esta perspectiva, el procés busca salvaguardar los intereses de una casta política que ayudó a crear el R78 y lleva décadas en el poder en Cataluña, y sus actividades aparentemente suicidas buscan favorecer un clima de movilización permanente en su defensa. Esto, al mismo tiempo, hace imposible el clima sereno necesario para llevar a cabo un referéndum con garantías, porque va contra los intereses de quienes, hoy por hoy, controlan todos los resortes del poder en Cataluña. Pero lo cierto es que este análisis se queda en la superficie, en la cortina de humo política de JxSÍ, y no profundiza en lo que en realidad está en juego en Cataluña: la reestructuración de la estructura de poder en España.
4) CONTRA ESPAÑA ESTAMOS MEJOR
Lo que invalida el argumento central de que la lucha por la independencia es el eje de lo que está pasando en Cataluña es el silencio complaciente de la oligarquía catalana, cuyos intereses quedarían enormemente afectados en el caso de convertirse en permanente el Maidán nacionalista actual. Aún más dañina para sus intereses sería una “independencia”, ya que implicaría la pérdida inmediata del acceso a los mercados de España y de la UE, algo que tanto Madrid como Bruselas pondrían en marcha de inmediato: los unos, para tener una posición de fuerza en las negociaciones de la separación (más bien divorcio a las malas, con todo lo que implica), y los otros, para evitar que el ejemplo se extienda.
Para entender el coste económico que tendría la “independencia” basta mirar al desastroso ejemplo ucraniano de 2014, que muestra lo que pasa cuando un motor económico se separa de golpe de su mercado tradicional (Rusia) y lo fía todo a los cantos de sirena de poder entrar en la UE sin problema, sin tener en cuanta las necesarias negociaciones. En menos de 3 años, el PIB ucraniano ha caído entre el 20% y el 30% y los salarios son los más bajos de Europa; las férreas cuotas impuestas por la UE, que sólo deja entrar en su mercado una ínfima parte de los productos ucranianos a cambio de un acceso sin restricciones para las empresas europeas, han llevado a la quiebra a numerosas empresas locales, incapaces de competir con ellas. Y se ha paralizado casi por completo la producción del complejo militar-industrial ucraniano heredado de la URSS al prohibirse exportar a Rusia, su primer cliente, y negarse Europa a permitir que las empresas ucranianas compitan en igualdad de condiciones con las de la UE.
La consecuencia de todo esto es una desindustrialización que está teniendo lugar a marchas forzosas. La empresa ucraniana Antonov, perla de la aviación soviética y que tiene entre sus productos el mayor avión de transporte del mundo, tan sólo fue capaz de vender un avión en 2016. Al mismo tiempo que ve desaparecer su antaño avanzada industria, Ucrania se ha convertido en una colonia de materias primas de la UE, cuyos principales productos de exportación son agrícolas (y por tanto de menor valor añadido) y cuya economía está en manos de un puñado de oligarcas que ademas disfrutan de inmunidad al estar en el parlamento. Esta situación tiene además visos de ser irreversible, ya que el estado ruso ha puesto en marcha medidas para acabar con la dependencia de productos ucranianos (especialmente en el sector de alta tecnología militar), financiando la creación de empresas que sustituyan los productos ucranianos. incluso en el hipotético caso de que Ucrania decidiese intentar restablecer las relaciones económicas con Rusia, se encontraria con que su lugar ha sido ocupado por empresas rusas y tendría que partir de cero para abrirse un hueco en ese mercado.
Siguiendo este ejemplo, un “Catalexit” sería un desastre que destruiría la avanzada economía de la región al perder sus mercados (o al menos sus ventajas competitivas actuales), y convertiría un parque temático (Barcelona) y otro turístico (la Costa Brava) en los motores de la economía del nuevo estado. En otras palabras, en una ironía de la historia la estructura económica catalana se convertiría en una versión reducida de Andalucía, tan despreciada por los independentistas. Y quien crea que esa situación podría revertirse olvida que nada más perder las empresas catalanas el acceso al mercado español y de la UE tras una “independencia” (o perder su competitividad por tener que pagar unas tasas prohibitivas, que tiene el mismo resultado), el hueco que dejaría sería rápidamente ocupado por la competencia del resto de España, que de inmediato se abalanzaría para ocupar el hueco dejado por las empresas catalanas, y que sin duda contaría con el apoyo del estado español, siguiendo el modelo ruso. Algo que además sería normal, ya que tras la separación la defensa de los intereses de España chocaría con los intereses de Cataluña.
5) EL PROCÉS EN EL CONTEXTO GLOBAL
Por tanto, si los intereses de la casta política catalana consisten en favorecer la agitación en favor de la “independencia” para mantenerse en la poltrona, y los de la oligarquía catalana son contrarios a la “independencia”, ¿qué se pretende conseguir? La respuesta la ha dado el pasado 25 de septiembre nada menos que Joaquin Gay de Montellà, el presidente de la patronal catalana, que en una entrevista ha pedido realizar un referéndum pactado en la reforma del Estatut en 2019, que incluiría “cuatro grandes concesiones del Estado: reconocimiento de identidad, pacto fiscal, más inversiones del Estado y vía libre a que Cataluña tenga representación propia en organismos internacionales y competiciones deportivas”. En resumen, un pacto fiscal que permita a Cataluña disfrutar de los privilegios de un régimen similar al vasco y navarro, que no es otra cosa que favorecer a las regiones más ricas a costa de las más pobres, impidiendo la redistribución de la riqueza para imponer un modelo neoliberal que blinda los intereses de unas regiones frente a otras. Estas ideas no son nuevas: como recordaba recientemente Julio Anguita, no es más que continuar el camino iniciado por Pujol para convertir a España en “Una confederación entre cuatro entes territoriales y políticos: Cataluña, Euskadi, Galicia y España (o sea el resto)… o, en caso contrario la conversión de Cataluña en un Estado Libre Asociado directamente con el Estado Español”.
En resumidas cuentas, el objetivo de la oligarquía catalana consiste en recuperar el Pacto Fiscal pactado con Zapatero en 2011 (el año del 15-M, no lo olvidemos), que fue rechazado por el resto de la oligarquía española. Para romper este rechazo, protegido por la Constitución, es necesario forzar una reforma de la estructura del estado que alcance a la Carta Magna. Y es aquí donde coje sentido lo que está haciendo la aparentemente enloquecida clase política catalana: crear una situación límite, negándose a negociar, para lograr que el resto de la oligarquía ceda y acepte negociar. Creer que la situación catalana actual puede apagarse por sí sola es una entelequia, porque la oligarquía catalana se juega mucho en esta partida. Su ofensiva política mediante manifestaciones identitarias es una respuesta a la época en la que vivimos y, sobre todo, a la época a la que nos dirigimos. EEUU, la actual potencia hegemónica, ha dejado claro que la globalización neoliberal ya no defiende sus intereses, y la está sustituyendo por un proteccionismo identitario.
Poca gente entiende las enormes consecuencias que va a tener la nueva ruta de EEUU para el mundo. Siguiendo el modelo de todos los imperios anteriores en su etapa de decadencia, la estructura financiera global en la que EEUU basa su poder es cada vez más inestable y se tambalea peligrosamente; Washington ya no es capaz de sufragar los enormes costes de su aparato militar global sin llevar a cabo profundos recortes de gastos que están llevando a la ruina su infraestructura y estructura económica (su antiguo corazón industrial es llamado hoy día “cinturón del óxido”); y a los desastres de Siria, Irak y Afganistán, que se han convertido en agujeros negros que se han tragado ya billones de dolares, se suma el fracaso de Obama en imponer a sus aliados la creación de un mercado a escala global (mediante el TTIP y el TTP) para cercar y debilitar a sus principales competidores, Rusia y China. Aún peor han sido las consecuencias de intentar imponer sus intereses a sus aliados sin ofrecer nada a cambio; en Asia ha dado lugar al estrechamiento de lazos entre China y el ASEAN, los antiguos aliados de EEUU en el sudest asiático, mientras que la UE y EEUU se han sumergido en una guerra comercial, encubierta bajo Obama y pública con Trump. Las declaraciones deAngela Merkel, jefa de gobierno de Alemania, tras reunirse con Trump, hablan por sí mismas: “Los europeos tenemos que pelear por nuestro propio destino… (los tiempos en los que se podía confiar en otros) han quedado atrás, eso es algo que he experimentado en los últimos días”.
Las fatales consecuencias económicas del proteccionismo, creando bloques económicos cerrados, se vieron en periodo de entreguerras; caída de las ventas, guerras comerciales que desembocaron en conflictos militares, siembra por doquier de la ideología etnicista e identitaria para evitar que la población se rebele contra el precio a pagar por defender los intereses de la oligarquía, y anticomunismo generalizado. La oligarquía catalana, posiblemente la más cosmopolita de toda España debido a su proyección internacional, es consciente de que ese proceso está en marcha, como demuestra el crecimiento de las ideas nacionalistas e identitarias en occidente (Trump en EEUU, Brexit en UK, AfD en Alemania, Liga Norte en Italia, Frente Nacional en Francia, Amanecer Dorado en Grecia…); y también sabe que tras una década de crecimiento artificial se aproxima una profunda recesión que podría degenerar incluso en una crisis en la que los bancos centrales van a ser incapaces de reaccionar ya que han gastado la pólvora que tenían sosteniendo la bolsa y la banca.
Hoy día Cataluña no está bien posicionada para hacer frente a lo que se avecina. Su situación económica es desastrosa, ya que depende de las ayudas del estado hasta para pagar los “bonos patrióticos” de la Generalitat, y sus emisiones de deuda son calificadas de “bonos basura” en los mercados financieron internacionales. Para hacer frente a esta situación, la oligarquía catalana necesita (como la del resto de España) acumular fuerzas cuanto antes para poder aguantar las consecuencias de la próxima crisis. Si deja pasar el tiempo sin hacer nada, su situación económica empeorará y con ello su capacidad negociadora frente al resto de la oligarquía. Por ello, es ahora o nunca.
Aunque a estas alturas del partido es teóricamente difícil saber cómo se van a desarrollar los acontecimientos, la reacción del gobierno a las peticiones del presidente de la patronal el pasado día 28, pocos días después de que el presidente de la patronal catalana pusiera sobre la mesa sus peticiones, indica que la burguesía catalana podría haber ganado la partida; según Luis de Guindos, Ministro de Economía, el gobierno está dispuesto a cambiar la Constitución para ofrecer en Cataluña un concierto económico: “no hay nada escrito sobre piedra”. Dicho en otras palabras, nos dirigimos a un acuerdo entre la mafia del PPSOE y la del 3% para llevar a cabo una reforma de la Constitución y de la estructura del poder.
6) TODO VA A CAMBIAR, PARA QUE TODO SIGA IGUAL
Llegados a este punto, es necesario preguntarse que pinta Podemos participando en esta lucha de poder en el seno de la oligarquía apoyando a un sector, el catalán, que sólo busca reformar la constitución para defender su intereses y utiliza para ello un nacionalismo que ni siquiera se esfuerza, como el vasco, en aparentar ser "de izquierdas". Mientras el resto de partidos se han opuesto a aceptar el chantaje de la oligarquía catalana mediante el Procés y defienden el status quo del R78 que ayudaron a crear, Podemos, surgido como producto del 15-M, se presentó como una organización que tiene como objetivo acabar con un sistema político oxidado y corrompido tras cuatro décadas. Pero por desgracia, como siempre ocurre en la política, los propios intereses y el maquiavelismo se han acabado imponiendo en la estrategia del partido. Tras una etapa, digamos infantil, en la que Podemos era el altavoz de todo tipo de voces de protesta (muchas veces contradictorias), la estabilización del núcleo del poder en el seno del partido y la evidencia de un techo de cristal electoral que se ha reducido tras la inesperada victoria de Sánchez al frente del PSOE amenazan con convertir a Podemos en una versión moderna de IU: presente en todo el país, pero carente de la masa crítica suficiente para cambiar nada.
Para evitar caer en la insignificancia y perder votos debido a la ofensiva identitaria en Cataluña, Pablo Iglesias y Ada Colau han pasado a apoyar abiertamente (pero de manera aparentemente crítica en las formas) el Procés identitario catalán, con la esperanza de poder formar parte en las negociaciones en la reestructuración del estado. Los indicios de esta estrategia se acumulan: a ello se deben la falta de críticas al autoritarismo de la casta nacionalista catalana, el apoyo decidido de Colau a la celebración del “referendum” el 1-O a pesar de provocar tensiones en su partido y la reunión secreta de Iglesias y el portavoz de Comun Podem con Oriol Junqueras, líder de ERC, y Oriol Soler, cerebro de la estrategia del Procés, en casa de Jaume Roures, jefe del gigante mediático catalán Mediapro, dueño del diario digital Público favorable a Podemos, y que ha puesto en marcha un centro de prensa internacional al servicio del Procés. Después de todo, tras el harakiri de la ex-CiU, ERC será el partido dominante en Cataluña según todas las encuestas, por lo que será el encargado de llevar a cabo las negociaciones con Madrid en caso de reestructuración del estado.
Podemos pagará caro esta estrategia cortoplacista de luchar por estar en la foto sin tener en cuenta las consecuencias, ya que como mucho tendrá un papel marginal en las futuras conversaciones para la reforma del estado, y ninguno de los principales participantes (PP, PSOE, ERC, PNV) tendrán el menor interés de impulsar una linea contraria al neoliberalismo. El único hueso que va a caer de la mesa de negociaciones será la renta básica universal (RBU), que no tardará en ponerse de manifiesto como un parche que sólo vale para cubrir parcialmente las necesidades básicas de la población, mientras se profundiza la privatización y desmantelamiento del estado del bienestar. A cambio de no lograr nada jugando a aprendiz de brujo, Iglesias pagará caro haber legitimado -por activa o por pasiva- una oleada identitaria que le va a pasar factura en las elecciones, debido a que el movimiento identitario catalán ha logrado despertar un nacionalismo español que parecía extinguido. Basta ver las imágenes de las manifestaciones en apoyo al Procés en el resto de España para ver un caracter claramente minoritario y con participantes favorables a las ideas identitarias portando banderas independentistas variadas, mientras el resto de la población se ha abstenido de participar.
No le falta razón a Puigdemont para decir justo antes del 1-O que han ganado. El movimiento nacionalista impulsado en Cataluña desde el Govern ha sido el instrumento perfecto para abrir la puerta a la renovación del R78 en torno a un eje identitario sin el menor contenido social; ha logrado transformar las manifestaciones de los indignados del 15-M que rechazaban la corrupción del Govern y la mafia del 3% en performances de adhesión identitarias sin el menor contenido reivindicativo de caracter social; ha logrado desactivar a Podemos, que como heredero del 15-M parecía estar predestinado a se su principal oponente y, lo más importante de todo, ha logrado eliminar del debate político la catastrófica pérdida de poder adquisitivo de la población (sobre todo la catalana) debido a los recortes tras la crisis financiera, facilitando la puesta en marcha de los que se aproximan. En resumen, el discurso identitario ha sido el perfecto instrumento para aplicar el instrumento más antiguo y eficaz del poder: divide y vencerás. Con razón reconocía públicamente el oligarca estadounidense Warret Buffet que "naturalmente hay una guerra de clases, y la mía está ganando". Y esta situación se mantendrá mientras la izquierda no arroje a la basura la basura ideológica burguesa de la "cuestión nacional", y convierta la cuestión social en el eje de su discurso.
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