Hace 50 años, durante el mes de mayo, Francia vivió un proceso revolucionario que quiso cambiar el culto al dinero, la opresión, y la violencia del estado capitalista por un mundo nuevo, donde el amor, la justicia y la libertad presidieran la vida en común.
El levantamiento popular, como siempre a lo largo de la historia, adoptó formas libertarias en la autogestión de las luchas, creando un movimiento asambleario que rompía, una y otra vez, el control que la izquierda pretendía imponer para reducirlo a una protesta asumible por el sistema. Pronto la democracia mostró lo que es, y el gobierno amenazó con usar el ejército –¡para eso está!– para defender el poder establecido y sus reglas de juego.
La desfavorable correlación de fuerzas y la falta de compromiso revolucionario en los dirigentes de la izquierda políticosindical –ya consumados demócratas conversos- frustraron la revolución social. Años mas tarde, varios «liderillos rojos» mostraron su arrepentimiento por sus «pecadillos revolucionarios de juventud», tratando de vendernos un Mayo 68 reducido a una protesta juvenil hippie y contracultural.
De ahí que ahora, sea mas necesario que nunca «Ser realistas y pedir lo imposible» para revivir «aquella revolución que queremos tanto», y evitar que otra lección vital se olvide, una vez más, perdida en la historia de los vencedores.
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