EDITORIAL: La pandemia de los números
Durante el pasado año y medio hemos vivido una gigantesca demostración de la inmensidad del poder de las matemáticas sobre nuetsra mente: desde el principio hasta el aparente final actual hemos dejado que nuestra vida sea gobernada mediante números cuyo origen no controlamos, como el número de infecciones o el número de muertos. Ahora sabemos que los números de infecciones en que se basan las “olas” dependen del número de tests: a más tests, más infecciones; que los tests PCR dependen del número de ciclos: a más ciclos, más positivos; que la supuesta congestión de urgencias se basaba en datos falsos de los hospitales para conseguir ayudas, o que el enorme número de muertos d ela primera ola se debía a que las residencias de ancianos abandonaron a sus suerte a ancianos atados a las camas o encerrados en habitaciones, sin medicinas o comida. Los datos del horror se guardan en secreto, y los responsables de la masacre, los fondos de inversiones dueños de las residencias, recibieron 300 millones de euros. En cuanto a la gestión de la pandemia, no hay actas ni documentos que permitan juzgar porqué el gobierno decidió sustituir las medidas tradicionales contra pandemias, eliminando la legalidad de la democracia burguesa, sustituyéndola por una dictadura sanitaria.
Este teatro pandémico, que ha convertido a la sociedad en una masa hipocondríaca, ha iniciado una nueva era, la del gobierno de los números imaginarios, meros modelos matemáticos que, desde comienzos de 2020, han pasado a sustituir a los datos “reales”. Dichas proyecciones a posteriori se han demostrado erróneoneas, como los datos apocalípticos del Imperial College birtánico, base de la locura aplicada por los gobiernos neoliberales occidentales. Esos mismos gobiernos anuncian ya las más medidas basadas en proyecciones, esta vez climáticas, en base a las cuales hemos de empobrecernos voluntariamente. El discurso del decrecimiento, que lleva años infiltrando la izquierda, es ahora el discurso del estado, y la justificación de su política económica y social. De nuevo, modelos matemáticos y datos interpretados de manera sesgada permiten a la religión apocalíptica que es el ecologismo actual intentar que aceptemos sin protestar una vida de recortes y sufrimientos, por el bien común.
Mientras el poder ha logrado engullir a la izquierda integrándola en su discurso, los resultados se hacen cada vez más evidentes: la política actual, basada en números y modelos matemáticos, tiene un solo beneficiario: el Capital, que ha aumentado su riqueza un 67% en un año, enriquecimiento paralelo a un empobrecemiento brutal del pueblo. Esta situación anuncia una resistencia inevitable frente el discurso basado en los números y contra sus principales defensores: la izquierda mayoritaria y sumisa al poder.
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