jueves, 15 de octubre de 2020

DIGITALIZACIÓN: Revista Amor y Rabia, Nr°. 20: "Cárceles"

Editorial

COMO ARMA: EL DESPRESTIGIO

El sistema actual de democracia controlada nos tiene acostumbrados a diversas manifestaciones de confusionismo de términos y a la pérdida de los significados de los mismos. A través de los medios de control de masas (véase radio, televisión, prensa y lo que les quede por inventar) a menudo podemos escuchar, por ejemplo, la palabra “Anarquía” aplicada a una situación desastrosa, en la que nadie sabe como actuar (gente en el interior de un edificio en llamas presa de la histeria, o los momentos inmediatamente posteriores al estallido de una bomba) y la palabra “radical” como algo violento, extremista (cuando lo que se lleva es la moderación), en lugar de una actuación que ataca la raíz del problema, que es su verdadero significado. Este tipo de confusionismo forma una pequeña parte de los métodos pasivos de sometimiento de la población utilizados por las élites en el poder. El desprestigio de las ideologías que verdaderamente podrían dañar al capital es utilizado hoy en día como arma para mantener dividido al pueblo y evitar su organización, que tanto daño les hizo en otra época. Pero cuando en una ideología peligrosa para ellos hay conceptos clave que no pueden desprestigiar, puesto que son valores primordiales en el ser humano, entonces se recurre a la confusión. Uno de los ejemplos más claros de este tipo de actuación lo tenemos en las manifestaciones por la libertad de Ortega Lara. ¡LIBERTAD!, esa es la palabra clave. Constantemente se oyen declaraciones de los políticos de turno aludiendo a esa palabra como un derecho primordial de todo ser humano, y que por tanto privar de él a alguien es un crimen espantoso, incluso una tortura. Sobre esto hay que reflexionar: ¿Acaso los innumerables presos que el Estado oculta en las cárceles no son seres humanos? ¿O es que cualquier crimen legislado con penas de cárcel (véase la insumisión) es tan terrible como para privar del derecho a la libertad? Es denigrante observar la hipocresía del dichoso lazo azul, o las manifestaciones a las puertas de las cárceles, burla cruel del encierro “legal” que sufren sus “inquilinos”. Otro interrogante a tener en cuenta es la cacareada libertad que se vive en las democracias, en las que los cuerpos represivos, los medios de comunicación, la educación, los grupos fascistas, el paro, etc… son medios de control por parte del Estado para que no se nos suba a la cabeza esa idea de libertad y vayamos a pensar que se trata de vivir sin amos, en comunidades solidarias, eliminando falsas creencias, recibiendo todo lo que produce nuestro trabajo, respetando la naturaleza y a todas las criaturas que la comparten con nosotros, construyendo juntos un mundo mejor.

A todo esto, creemos necesario dar a conocer la imagen real del “pobre secuestrado”: José Antonio Ortega Lara, militante del Partido Popular, “trabajaba” como carcelero (el eufemismo “funcionario de prisiones” raya en lo cómico) de presos denominados FIES (ficheros internos de especial seguimiento) que se caracterizan por su oposición frontal a la sumisión/militarización que supone el sistema penitenciario, y por las numerosas torturas y vejaciones a las que son sometidos. En este número hemos intentado denunciar esta inhumana situación, al igual que ya hicimos en el número 10, publicando cartas escritas por quien lo sufre diariamente. Si lo tienes a mano te invitamos a que lo eches un vistazo, y luego reflexiones sobre todo lo dicho anteriormente.



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