EDITORIAL
Recuperemos la memoria
El paso del tiempo, unido a la labor de zapa del capitalismo, ha logrado que la población no solo se desmovilice, sino también que olvide su historia. Hoy día, hablar del primero de mayo es hablar de un día meramente festivo, en el cual se sale de procesión sin saberse muy bien por qué.
Es nuevamente la manifestación del problema más viejo de la historia: quien domina y oprime ha de lograr que los oprimidos olviden la resistencia que en su día ejercieron contra el opresor. Esta tarea de exterminio de la memoria histórica la sufre en esta época la clase trabajadora de una manera feroz, buena prueba de lo cual es que la escasa resistencia que hoy se efectúa desde el mundo del trabajo es más escasa, dispersa y atomizada que nunca, no pasando de ser meramente testimonial.
La plutocracia ha logrado semejante éxito por un motivo muy sencillo: ellos SI SABEN cuales son sus intereses. La clase trabajadora, hoy por hoy, no. Para acabar con esta situación no valen manifestaciones y actos simbólicos de este estilo: el primer paso a dar es fomentar entre el pueblo la capacidad de analizar por si mismo la realidad que le rodea, más allá de las mentiras burguesas. Sin esta capacidad de análisis, es decir, SIN CONCIENCIA DE CLASE, no hay nada que hacer: el pueblo, sin ella, sigue siendo una marioneta en manos de titiriteros sin escrúpulos.
El texto de este número es, básicamente, un capítulo del libro de Samuel Yellen “Luchas obreras en América” (incluido en el libro de Michael Horowitz “El anarquismo II: La práctica”, editado por Alianza Editorial), y nos muestra, en definitivas cuentas, cómo el capitalismo logró desactivar, mediante una simple bomba, el surgimiento en EE.UU. de un movimiento obrero combativo consciente de sus intereses como clase. Esta historia se ha repetido, con variaciones, a lo largo de la historia: por eso, no está de más recordar ahora, 110 años después, lo ocurrido en Chicago.
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